Ars longa, vita brevis

viernes, 27 de mayo de 2022

La estrella polinesia







Se dice en astronomía que las grandes estrellas antes de morir se convierten en gigantes rojas,
es sorprente que esta estrella polinésica de una mapa inventado reasumiera todos los colores posibles de un universo propio confrontándolos con aquel mundo gris surgido del periodo negro de la historia del país en el que nació en mil novecientos cincuenta y siete.

La estrella Ouka Leele tenía el nombre español de Bárbara Allende Gil de Biedma que surgió como artista en aquello que llamaron: La Movidad madrileña, que para mí obviando otros epítetos, fue una salida de las tinieblas (aunque cierto sería que para algunos fue la entrada en descenso a un infierno propiciado por una aguja desechable.) 



La libertad es lo más difícil de tener, me dijo una vez una artista, en aquel momento no comprendí la profundidad de una frase en apariencia contradictoria, hasta que de pronto años más tarde inmersa en otras circunstancias, entendí que la libertad, la mía, solo me comprometía a mí, yo su única responsable y que no podría culpar a otros por lo que hiciera con ella.


La libertad de Ouka Leele fue la fotografía que la alcanzó tras pasar por la escuela de Bellas Artes, aunque ignoro si finalizó los estudios, tampoco sería relevante este detalle, aunque lo cierto que esta formación le permitió con técnica aprendida, componer, colorear con acuarela sus fotos en blanco y negro.
Este método ya existía antes de que fueran inventado los carretes en color. En mi casa conservó fotos familiares pintadas a mano tal y como Ouka lo haría más tarde con esa modernidad pop que las hace tan atractivas, tan icónicas.

La historia de amor con la pintura comenzó cuando Ouka era la niña Bárbara e iba a un colegio de monjas a la salida su madre la llevaba una y otra vez al museo del Prado.
Con esta influencia era cuasi imposible abstraerse de la atracción creativa.


La fotografía de arriba retrata a su hija con este título: María como un duendecillo.
La poesía, su búsqueda, será una de sus constantes, con otras se sumerge en un dada cañí, en la parodia, lo onírico, el cómic.
Autodefinía su obra como: Mística domestica y se ponía una peineta de lápices por montera.


Reivindicaba como maestro al artista Willian Blake, colaboró con otros colegas masculinos pero ella era una estrella fugaz que estallaba en su propio Bing Bang.
Aún siendo hija de una familia de la alta burguesía contó que pasó hambre al pintarse como una artista pura, a quien el dinero no le interesa aunque tuviera que obligar al estómago a callarse. 
La juventud es esa era de la utopía ingenua aunque haya quien lo lleva a una vejez pobre e invisible tal como le sucediera el citado pintor y poeta Blake.
De ningún modo fue el caso de Bárbara con su alter ego Ouka Leele el éxito la acompañó aunque intuyo que en lo profundo jamás renunció a ser aquella niña extasiada en el Prado.
La religión amaneció por sus obras con sus composiciones vibrantes, gozosas y quizá un tanto irónicas.







Con veintidos años leí que sufrió un cáncer, el cual debió ponerlo todo patas arribas.
Memento mori: recuerda que morirás... y por ello la pintura de los vanitas se revela en sus fotos con lo bello y lo terrible.




Esa para mí también fue su virtud volviendo moderno lo antiguo, una nueva luz sobre una vieja calavera.

Otra de las influencias que me parece entrever es la de pintura prerrafaelista, santos, mitos medievales, colores vivos.



Ayer me apenó su adiós quizás vuelva algún día transformada en una enana blanca de otro mapa imposible pero presiento que su tío el poeta Jaime Gil de Biedma la retrata o al menos por una mágica coincidencia así lo pareciera.

Mañana de ayer, de hoy

Es la lluvia sobre el mar.
En la abierta ventana,
contemplándola, descansas
la sien en el cristal.

Imagen de unos segundos,
quieto en el contraluz
tu cuerpo distinto, aún
de la noche desnudo.

Y te vuelves hacia mí,
sonriéndome. Yo pienso
en cómo ha pasado el tiempo,
y te recuerdo así.