Ars longa, vita brevis

viernes, 15 de junio de 2012

El rapto





Cuando una pierna se adelanta con una ligera flexión de rodilla y el peso del cuerpo descansa en la otra el diccionario del arte le da un nombre latino: Contrapposto.
Esta sensación de movimiento que además avanza los brazos elevando uno de sus hombros y gira la cabeza de las estatuas quebrantó una ley la de la frontalidad.
Las leyes rígidas parecen hechas para romperlas a golpe de cincel u otros golpes... porque esta ley de frontalidad comenzó en el neolítico con la famosa Venus de Willendorf y continuó como principio fundamental de la escultura arcaica.
Los cuerpos esculpidos representados por esta ley con un eje vertical totalmente simétrico y aislándolas durante tres mil años mantuvo constante la función del valor seguro, infalible, inmutable y eterno de los dioses del antiguo Egipto con el faraón como hijo de estos y gobernante inmarcesible.
Grecia decidió darle movimiento a los dioses pero antes humanizó el movimiento con un joven atlético con todo el poder de su fuerza muscular.
El escultor rompedor fue Policleto a la escultura la llamó Dorífero a la que dio también una ligera sonrisa y una mirada sin pupilas perdida y distante.
Praxíteles decidido acentúar la sensualidad de los dioses y de las diosas creó un contraposto tan elegante con una curva que lleva su nombre.
Y esta curva de la belleza en movimiento influyó al renacimiento escultórico y pictórico con estatuas y lienzos como el David de Miguel Ángel, el Donatello o la Leda y el cisne de Leonardo.

¿Los dioses son humanos o los humanos son dioses cuando aman? Desear violentar el cuerpo o conquistar el espíritu es una prerrogativa de ambos por eso los dedos se hunden cruelmente en el mármol del rapto de Proserpina porque el anhelo no correspondido es un infierno de un dios soberano de los avernos con un contraposto retorcido en el que el viento, las lágrimas y el can Cervero ladra de la barroca mano Gian Lorenzo Bernini trepanando la roca.
La poesía rapta o es raptada por un idilio inspirado en las estatuas, un affarie truculento, tierno, enamorado, sombrío lo secuestra de su mano al papel en contrapostos exquisitos o retorcidos en islas habitadas por estatuas en Irlanda en Pascua o ínsulas fantásticas.
Ignoro si los dioses se mueven los hombres sí o al menos sienten la necesidad de romper la frontalidad de una ley o quizá todo sea una ilusión de quietud eternamente inquieta.