Ars longa, vita brevis

domingo, 2 de marzo de 2014

Hoy es lunes


Los lunes son un comienzo como los domingos son un final. 
Debe ser por esa razón que me gustan los lunes, mientras que los 
domingos me producen melancolía.
Aludo a este principio de semana, para recordar una película del año 86, dirigida por Roland Joffé, porque si tuviera que elaborar unos de esos rankings o listas de films imprescindibles, lo cual detesto hacer, contradiciéndome, incluiría sin duda este título:
La misión.
Por lo general los que elaboran los rakings, tendrán en cuenta, una multitud de motivos intelectuales y artísticos para al evaluarlas, constituir la lista de la cien o la mil mejores películas de todos los tiempos. Y por lo general aparece en el primer puesto: Ciudadano Kane.
Estaría plenamente de acuerdo, con esta elección de la película de Orson
Welles, también la elegiría como una de esas películas que han tenido y tienen el poder; no ya de incluirlas en una lista donde se las categorice de ninguna manera, si no que tienen el poder de haber desatado las impresiones que seduciéndome forman parte de mi memoria emocional; conservando la misma frescura de la primera vez que la visioné. Y aquí aludo al final como el de un domingo, con ese the end que es el principio, tras un trineo deslizándose llamado Rosebund, mientras cae la nieve sobre un paisaje hermético dentro una bola de cristal, entre la mano moribunda de Kane.

La misión, por otras razones tuvo el mismo poder y el mismo impacto para mí, desde el comienzo con la caída de las aguas de las cataratas de Iguazú, un misionero toca un oboe y mediante la música quiere atraer a los indígenas, hasta su final catastrófico donde la misión es arrasada, borrada del mapa geopolítico.

Al margen de consideraciones religiosas cuestionables, sobre evangelización y colonialismo innecesario que también con acierto, encontramos en el trasfondo de la película, lo cierto es que ésta, pone de relieve, que la política es la religión del poder, y la religión es la política del poder.
Pero sin duda en esta película uno de sus aciertos más pleno corre a cargo de la música, porque es el hilo conductor narrando tanto o más que las propias imágenes, y ello se debe a la soberbia y extraordinaria obra maestra, que es la banda sonora de Ennio Morricone.
Describe al génesis, la creación dando forma a los cielos, a los ríos, a la tierra y a todos los seres de la selva.

Para algunos críticos la película, es pretenciosa, tediosa, sin embargo otros coinciden con mi opinión de que la película toda ella es excelente, además por su reparto actoral.
Sin poder olvidar entre otras, la actuación del actor con el segundo lunar más famosos de la historia del cine, después del Marilyn Monroe, por supuesto.
Ni algunas de su secuencias, en que Robert de Niro hace de la penitencia, poesía.