Ars longa, vita brevis

sábado, 14 de mayo de 2011

La fascinación del ciprés






Los cipreses creen en Dios escribió Jose María Guironella autor de la
polémica trilogía sobre la guerra civil y la segunda república española.

Ignoro si los cipreses creen en Dios lo que sí creen es la espiritualidad o en la verticalidad que apunta al cielo. Y por este apunte y por su follaje perennemente con verde de eternidad son una presencia constante en los cementerios meridionales de Europa pero su presencia fue plantada en los santuarios desde la antigüedad. Según el mito: Apolo, dios de la luz transformó a un adolescente en un ciprés con forma de llama, mientras que los dioses de los avernos se relacionaban a través de estos árboles. Vincent van Gogh ondulaba como llamas a los cipreses que ascendían.

Cipreses, una isla y muertos: La isla de los muertos es el título que le dio el marchante de arte Firtz Gurlitt en 1883 a la obra del suizo Arnold Böcklin. En realidad el pintor suizo hizo no una sino hasta cinco versiones del mismo lienzo

(una de ellas fue destruida), otra de ellas se encuentra actualmente en el museo Metropolitan de Nueva York, el artista nunca le dio este título y nunca explicó el significado de su obra.

Hay pecados cuya fascinación está más en el recuerdo que en la comisión de ellos. 



Oscar Wilde.


Recuerdos, pecados y fascinación, ésta última la fascinación ha sido el leimotiv que como una maraña o telaraña ha hecho sucumbir en ella a personajes remotamente dispares en el tiempo y en idiosincrasias. La fascinación, seducción u obsesión producida por la belleza o la fealdad y cuando realmente se siente fascinación o embrujamiento es por algo oscuro e indefinible.
Esta obra de Bröcklin ha despertado una oscura fascinación, centrémonos primero en su composición, se dice que Arnold pudo inspirarse en una arcana leyenda italiana según la cual el muerto podría colocarse él mismo en el ataúd. El personaje blanco que está en pie podría ser una sacerdote de la antigüedad o el mismísimo Caronte; el agua oscura como un espejismo surreal separadora a los vivos de los muertos en el río del olvido ( el Leteo) o la laguna Estigia en un suave deslizarse por el agua. En el cementerio inglés de Florencia que evoca este cuadro cercano a su estudio está enterrada su pequeña hija María.
¿ Insinúa Bröcklin una muerte dulce y una renovada existencia después de la muerte? Sin embargo esta atmósfera del cuadro, de la isla, tiene una belleza ominosa lejana e inaccesible y un aislamiento de los muertos lejos de las ciudades: ¿Aislados de la vida fabril de la revolución industrial como medida higiénica o un lugar idílico donde el reposo mortal tenga un escenario romántico...?
Arnold tenía 53 años cuando recibió el encargo de esta obra, en Alemania triunfaba la pintura histórica y en Francia avanzaba el impresionismo. Bröcklin no encajaba en ninguna con sus pinturas de centauros, sirenas y paisajes mitológicos. A pesar de ésto y de ser pobre su pintura empezaba a ser reconocida, por entonces vivía en Florencia y allí fue donde recibió el encargo de una amiga de su círculo: María Berna la condesa de Oriloa que deseaba “un cuadro para soñar”.
Puede resultar un tanto extravagante el encargo pero las mujeres de clase alta huían hacia el mundo de los sueños como un pecado, una fuga de la realidad muy gustosa aunque ellas en realidad no lo percibieran así y así lo refleja Theodor Fontane en su novela Effie Briest. Estas mujeres no podían desarrollar ningún oficio que fuera bien visto en la clase social en la que vivían, el riesgo era ser repudiadas. Por tanto huían a la fantasía y al país de los sueños, a la contemplación del arte donde siempre eran bienvenidas.
Simbólico, romántico influenciado por el art noveau y por otro pintor romántico Caspar David Friedrich, Arnold surtió influencias a Salvador Dalí, Max Ernst y Giorgio de Chirico.
Otto Weisert diseñó un tipo de letra a la que dio el nombre del artista suizo, que más tarde fue retomada por el movimiento hippy y su influjo se extendió hasta el ilustrador de los setenta Roger Dean.

El retorno a la fascinación o el fetichismo parece ser únicamente delirios románticos femeninos pero el cuadro de Bröklin estuvo colgado en la cancillería del Reich y delante de el existe una fotografía de Hitler y Molotov. Adolf Hitler frustrado y ramplón pintor consideraba al suizo uno de los más grandes artistas y adquirió o requisó para el gigantesco museo nacionalsocialista que deseaba fundar en Linz un total de once obras de Bröcklin.
Pero la popularidad en Alemania de los óleos del pintor simbolista ya había sido rubricada por poemas y obras o prólogos como las Gottifried Keller, Paul Heyse, Hugo von Hofmannsthal, Gehard Hauptmann. Cuando Herman Hesse se trasladó a Basilea para trabajar como aprendiz de librero en su maleta llevaba las obras de Nietzsche y una copia enmarcada de las isla de los muertos.
Freud, Lenin o Clemanceau tenían sendas reproducciones en sus despachos.
Sergei Rachmaninoff compuso un poema musical como un canto exultante de sirenas inspirado en la isla de los muertos así como Heinrich Schülz-Beuthen así como Robert Zelazny en su novela transporta a dos personajes mitológicos a la misma inspiración y título.
El arquitecto francés Tony Garnier recreó cerca de Lyon la isla de Böcklin.
Isle of dead de Boris Karloff menciona a Bröcklin en sus créditos e incluso la isla de King Kong dícese basada en ella y ecos del cuadro parecen reverberar en las películas: Furia de titanes de 1981 o Jezabel de Willy Wilder.
El mundo del cómic también la ha homenajeado en los números 11 y 12 de Martin Mistere o en L´ile des morts de Sorel y Mosdi y la lista se alarga aún más.



Arnold Böcklin jamás sospechó la repercusión del hechizo de sus cipreses isleños y visionarios ni el postrero epitafio en verso de uno de sus admiradores el profesor Víctor Widmann : ¡Sueños en su tienda de sombras y fuera el mundo sigue igual!