Ars longa, vita brevis

sábado, 19 de enero de 2013

Temprano, en el infierno


La travesía de sus ojos dejaron en el papel una temporada en el infierno como la alquimia del verbo del verso de Rimbaud y el verbo se hizo papel en los ojos del alma de Zoran Music.
¿Cuántas temporadas de estadía moró en el infierno?
¿Por cuántos paisajes dantescos y barracones del dentro y fuera anduvo este poeta con los huesos de memoria y holocausto... Y si no hubo una puerta de salida del infierno de la tierra...?
Eslovenia fue la cuna de Zoran en 1909 resistente anti nazi fue detenido en 1944 torturado y enviado al campo de exterminio de Dachau.
Como un clandestino no olvidó incluso allí su vocación por la pintura en una lucha por el arte y la memoria. Robando como podía tintas y papeles sucios realizó 300 dibujos del día a día a sus compañeros transformándose en esqueletos deambulantes por el hambre y los martirios para acabar en los hornos crematorios o ahorcados. Miraba como eran apilados en montañas de carne y troceados como bueyes.
Su suerte y al quizá su desgracia fue sobrevivir, los dibujos fueron los bocetos para la obsesiva serie titulada: “Nosotros no somos los últimos”, enfrentando el horror la debacle de algo que sucedió sin ni siquiera enfrentar una protesta, Zoran no deseaba ejecutar una declaración pomposa de algo que le avergonzaba y le hacía sufrir indeciblemente el haber sobrevivido.
Dormir era entrar de nuevo en el campo similar a lo que le ocurría a Ira Levin en Auswitchz el cronista en imágenes para su libro Si esto es un hombre y la tregua. Ira decidió acabar con su vida suicidándose en 1987 lanzándose por la espiral de una escalera de un edificio porque no podía escapar de la pesadilla de Auswichz.
Zoran Music retrata la inmovilidad evanescente cadaverina resultando no el retrato de un lugar ni una época determinada sino la de cualquier desierto del terror producido por el hombre contra el hombre.
La niebla en sus paisajes asemejan la memoria porque envuelve en sus jirones los recuerdos quebradizos agolpándose en un vaivén continuo y ofuscador al igual que en sus últimas obras revelan autorretratos meditabundos hacia el deterioro del simbolismo y la extinción del expresionismo final barrenando el bárbaro silencio.


TEMPRANO AL MEDIODÍA


Silenciosamente reverdece el tilo en el incipiente verano,
apartada lejos de las ciudades, centellea
la luna pálida y diurna. Ya es mediodía,
ya renace el chorro en la fuente,
ya se alza entre los añicos
el ala torturada del ave de los cuentos,
y la mano mutilada por el golpe de la piedra
duerme en el trigo que despierta.
Dondequiera que el cielo de Alemania ennegrece la tierra,
busca su ángel decapitado una tumba para el odio
y te ofrece el cáliz del corazón.
Un puñado de dolor se pierde sobre la colina.
Siete años más tarde
lo recuerdas nuevamente,
en el pozo ante las puertas de la ciudad,
no fijes demasiado la mirada,
se te fatigan los ojos.
Siete años más tarde,
en una casa de muertos,
apuran los verdugos de ayer
la copa dorada.
Tendrías que esquivar la mirada.
Ya es mediodía, en el rescoldo
se dobla el hierro, en la espina
se izó la bandera, y sobre la roca
del sueño vetusto queda, de hoy en adelante,
forjada el águila.
Únicamente la esperanza, encogida y ciega, en la luz.
¡Desata su cadena, llévala
ladera abajo, protege
sus ojos con tu mano, para que
la sombra no la queme!
Dondequiera que la tierra de Alemania ennegrece el cielo,
busca palabras la nube y llena el cráter con silencio,
antes de que el verano la oiga, en la llovizna.
Lo indecible recorre el campo con un murmullo:
ya es mediodía.

Ingeborg Bachmann


Allí donde la toques, la memoria duele.
Yeoryos Seferis.