Ars longa, vita brevis

sábado, 28 de febrero de 2015

La cueva de Tito Bustillo


"La imaginación tiene sobre nosotros mucho más imperio que la realidad"
Jean de la Fontaine
Si el tiempo es una flecha que se dispara hacia adelante, si para el tiempo el hoy se tensa hacia la diana del futuro, mi flecha tensa el tiempo para dispararse al atrás del reencuentro con el nosotros.
Hace años de mi tiempo, ese del que teorizan que no existe y que todo está apareciendo y desapareciendo atrapado en sus constantes, entré en una cueva, a la que consideran uno de los santuarios del arte paleolítico de Europa.
La cueva se encuentra en el concejo de Rivadesella, en Asturias, en la colina caliza de Ardines, situada a la orilla oeste del estuario del río Sella.
Su nombre es la cueva de Tito Bustillo porque el 11 de abril de 1968; un grupo de espeleólogos regionales; llamados el grupo Torreblanca, descendieron por el Pozu l´ Ramu (Pozo el Ramo) en una oquedal cercana a Ardines.
La casualidad, la aventura y el riesgo hace sus fortuitos hallazgos, en esta ocasión encontraron una cueva paleolítica con pinturas rupestres.
Unas semanas más tarde, Tito Bustillo, uno de los espeleólogos que descubrió la cueva, tuvo un accidente de montaña en el que fallece, en su homenaje la cueva lleva su nombre.
No es la única cueva rupestre de Asturias; pero si la más importante y está incluida como Patrimonio de la humanidad por la Unesco, junto con la Cueva de Altamira (en Santander) de arte Rupestre del norte de España.
Cuando el grupo Torreblanca y Tito Bustillo penetraron en la colina, que es un complejo kárstico de calizas carboníferas que fue y sigue siendo excavadas por el río San Miguel, encontraron pinturas que datan del 25.000 al 10.000 a C.
El tiempo en suspenso dejó intacta esa morada pétrea habitada por estos paleolíticos magdalenienses; una sociedad de cazadores-recolectores que pintaron las paredes de su piedra. Las cuales han logrado conservarse hasta nuestros días debido a un equilibrio entre la composición del pigmento, la superficie de la roca y el medio ambiente.
Después del hallazgo, entre 1972 y 1978 comenzaron las investigaciones y estudios en las que encontraron no sólo las pinturas, si no arpones, piezas de sílex, espátulas, azagayas, un bastón de mando en madera, casi todas decoradas. Colgantes realizados con conchas y dientes, plaquetas de arenisca decoradas con motivos animales, algunos fragmentos recortados y uno de ellas con una cabeza de cabra en bulto redondo y cabezas de caballo.
Todas estas piezas fueron halladas en conjunto, sobre una repisa cubiertos por una capa de colorante rojo.
De los números trabajos que se realizaron a partir del descubrimiento de la cueva, los que más destacan, son los de Rodrigo de Balbín y Alfonso Moure Romanillo, ambos especializados en prehistoria, megalitismo y arte paleolítico.
Estudiaron en profundidad las ilustraciones de la cueva e insistieron desde el principio; que la estructura antigua, no es la misma que la actual y que entonces había dos entradas al menos, una por Ardines y otra por la Cuevona.
Después de las investigaciones, decidieron explotar la cueva e hicieron una entrada artificial y por ella entra el público, en el punto opuesto donde fue descubierta.
Era verano cuando entré a los pocos segundos, la temperatura bajó al menos diez grados o quizá mas.
La oscuridad apenas dejaba ver y la humedad tintineaba sus gotas; la guía comienza sus explicaciones y nos habla del libro: El clan de oso cavernario y de la película: En busca del fuego, para recrear la atmósfera propicia que nos traslade por el recorrido paleolítico que se abre entre las estalactitas y estalagmitas, a las que admiramos un momento.
La iluminación parte del suelo situándose estratégicamente propiciando una penumbra cuasi fantasmal.
Continúa hablando nuestra guía, de la última glaciación cuando el clima se dulcificó lo suficiente para permitir que esta sociedad humana se asentara en la cueva. Aún así el frío reina en esa época, determinando su dieta alimenticia, la cual se conoce por los restos hallados en la misma cueva que era: caballos, bóvidos, rebecos, renos, corzos, focas y algún topillo.
Es la primera vez que puedo contemplar pinturas de hace 25.000 años, que fueran realizadas a la luz del fuego.
Mi ojos ya se han acostumbrado a la penumbra, siento arder una emoción intensa e inexplicable por la larga galería de la cueva de Tito Bustillo.
El conjunto artístico de la galería, es variado. 
La ejecución de la obras tiene trazo firme, esquemático, proporciona sin exageraciones ni distorsiones tanto caballos, como uros, mamuts, bisontes, cabras, renos y hasta un cetáceo.
Hay una galería de antropoformos, humanos con atributos de animales.
En llamado panel B, una serie de puntuaciones y dos signos con forma de H de color rojo, grabados con un trazo simple único, estriado y manchas ocres.
Otro de los conjuntos es una pequeña cavidad entre dos estalactitas, marcada su entrada con dos trazos pareados de nuevo en rojo.
Es el camarín de las vulvas, con representaciones del órgano genital femenino, barras o líneas, de ahí su nombre. Se especula que este camarín era el lugar donde las mujeres iban a parir.
Se descubrió más tarde, el 12 de Abril, desde entonces en algunos de los trabajos sobre prehistoria se hace alusión a las composiciones en el representadas.
Las representaciones de todos los conjuntos, que son unos XI, no fueron realizadas en el mismo tiempo. Al estudiarla advirtieron superposiciones, la conclusión es que fueron pintados en nueve fases.
Para pintar utilizaban sustancias minerales, animales y vegetales: manganeso, cinabrio, óxidos de hierro, carbón y arcillas, grasas, sangre, huevos, que les permitían obtener pigmentos cuya gamas van desde el negro hasta el blanco, rojos, ocre, amarillos y naranjas.
Los pigmentos se aplicaban con los dedos o con algún instrumento a manera de pincel o de buril (haciendo incisiones en la roca), otro tipo de pintura denominada negativa, que se realizaba soplando el pigmento pulverizado con la boca, (sería como un rudimentario aerógrafo) sobre un objeto, (ejemplo, una mano) que daba como resultado la imagen de su contorno.
Por qué de pronto aquellos seres del paleolítico comenzaron a dibujar su realidad. Según los expertos el motivo fue mágico-religioso para propiciar la caza.
Pero pienso que quizá además conscientes de que todo a su alrededor y ellos mismos era mutable, un impulso les llevo a trazar algo de su pensamiento, su sentimiento, de su realidad que permaneciera inmutable. Acaso no esto en parte, la esencia de lo que denominarán arte…
En la galería de los caballos, un pequeño caballo de color violeta que sorprende a todos, me causa una conmoción.
La guía explica la rareza de ese pigmento, explica que tampoco es una coloración de la roca, y tampoco en ese tiempo ni después existieron caballos de color violeta.
El color violeta, aparece muy raramente en la naturaleza.
El violeta como todos los colores posee su simbología y de hecho la mayoría de las personas, asocia a cada color unas características, debidas a factores culturales y psicológicos que varían de unas latitudes a otras. 
Para los occidentales por lo general, el azul es el color de la espiritualidad, de la pureza, la modestia, la lealtad, la inmaterialidad.
Para los orientales, en concreto para los budista, el naranja representa iluminación, la máxima espiritualidad.
Siendo el violeta un color impulsivo que aparece por mis papeles, su significado psicológico y simbólico desde siempre para mí es: misterio, sueños, sensualidad, espiritualidad e imaginación.
Por ello mi conmoción ante el caballo violeta, sobre todo porque un artista primigenio, no pintó la realidad si no que imagino otra y esa además fue otro comienzo, otra realidad, una dimensión tan mágica, tan espiritual y tan misteriosa que aún permanece salvaje dentro de todos nosotros.
Si para el imperio del tiempo no somos nada, para la imaginación lo somos todo.