Ars longa, vita brevis

jueves, 24 de marzo de 2011

La impresión del sol


Gustave Courbet (1819-1877) en una caricatura de André Gill.

La pintura era una liturgia que se practicaba en privado, en la intimidad de un estudio o taller, en soledad o con discípulos.

La luz incide sobre la portezuela amarilla de un carruaje en plena era romántica le presta al amarillo sombras reflejadas de azul. Un pintor observa este efecto hasta entonces desapercibido y sale corriendo hacia su taller para llevar la luz y su contraste a un lienzo. El romántico pintor es Eugéne Delacroix, el romanticismo estuvo fuertemente influenciado por el redescubrimento del antiguo Egipto y la salida al exterior de ciudades olvidadas entre leyendas como Pompeya o Herculano.
Historicismo y mamelucos, alfanjes, Edipos y esfinges pero también se ocuparon de buscar una realidad romántica a pleno aire libre. Realismo a golpe de viento en los paisajes y las gentes, Corot, Millet, Gericault, Daumier, Dupré, Courbet, algunos de ellos son los pintores que formaron el grupo de Barbizon, estos artistas se desplazaban caballete en ristre para registrar la naturaleza de primera mano y pincel. Ellos fueron los precursores del impresionismo.
Fantin-Latour aglutinó en una de sus obras el retrato en grupo de poetas y artistas, uno de ellos Édouard Manet es el antecesor más definitivo, el denominado rey del posterior movimiento. El museo del Prado guarda un libro de visitas y en el está registrada la firma de Manet como visitante.
Manet descubrió en la pintura española que el color era una sinfonía que se descompone en gamas, en tonos, en la síntesis de unas pinceladas cromáticas que expresan e iluminan tan sólo con lo justo, esas inspiraciones tenían un nombre: Diego Velázquez y Francisco de Goya. Cuando Manet volvió a París sus composiciones e incluso el tratamiento del color y del espacio se vio renovado por esta influencia, Manet además dio una estocada más a la tradición desayunando sobre la hierva y desvistiendo a una Olimpia, escandalizando a una sociedad que nunca había visto la realidad de una prostituta desnuda y declarada. El impresionismo se subió al automóvil de la modernidad y amaneció un impactante sol naciente, una impresión que un crítico retomó; y tomó cuadro y título para denominar despectivamente una corriente de artistas que nunca aceptaron que se los denominara así: Impresionistas.
El autor de este cuadro de un sol de atardecer es Claude Monet y las manchas lumínicas se apropiaron de ellos y los lienzos, las paletas abandonaron las sombras marrones y se llenaron de azules y violetas, rosas y carnes, de realidad, de cotidianidad y alegría de vivir.
Un sombrero, una bailarina, un reflejo de agua bajo un puente e incluso arreglarse las uñas de los pies, estos momentos fugaces se convirtieron en temas tan importantes y tan dignos de plasmar así como de perpetuar para siempre. Monet investigó profundamente en los efectos y texturas de la luz y los recogió en una serie de cuadros con un mismo motivo ( una catedral o ninpheas) en el que el único cambio era la luz permutadora de las horas de día, la luz en la mañana tiene un registro lumínico más frío que al mediodía donde el calor preside o al atardecer, la ausencia del sol tiene una gama quebrada (grises) que así mismo es cambiante dependiendo de la cantidad de luz a la que las nubes dejen paso. Monet tenía amigos pintores que le acompañaban y se instalaban en cualquier lugar al aire libre que les emocionara y con caballetes de campaña pintaban juntos y juntos unos y otros fueron propagando esta emoción de plasmar lo que veían y lo que sentían interprentando desde una sensibilidad intransferible aquello que entraba por los ojos y salía por un pincel o un trozo de pastel.
Degas, Renoir, Sisley, Pissarro y otros más tarde como Cezanne, Whistler, Caillebotte, Bazille etc, e incluso pintoras como Morisot y Cassat, Gauguin y Van Gogh todos tuvieron además en común primero la influencia y la admiración por los artistas orientales sobre todo los japoneses y todos se vieron ridiculizados por una sociedad que no entendía su modo de ver el mundo y llevarlo a un lienzo, incluso los periódicos escarnecían en tiras y viñetas cómicas su trabajo con frases como la siguiente: Son los colores de un cadáver y por desgracia también el olor...
Ante esta oposición frontal y académica decidieron exponer todos juntos en un salón alternativo que ellos mismos costeaban y que se llamó: El salón de los rechazados. Y así lo hicieron no una sino en varias exposiciones a lo largo de los años.
Es paradójico las vueltas de tuercas que tienen la fortuna, el tiempo y la apreciación sobre el arte, ahora cualesquiera de ellos arrasa en popularidad, en consideración y son tremendamente valorados más que ninguna otra corriente o artistas pasados y presentes pues las exposiciones de sus obras arrastran verdaderos fenómenos de masas, quizá es, quizá la explicación si la hubiera nos la dé Baudelaire, uno de los defensores más acérrimos de estos pintores de manchas, o puntillistas o divisionistas (que depositan pequeños puntos de color para que sea el ojo en la distancia quien complete la imagen y a la vez la combine y el propio ojo con un efecto de crisol mezclará estos puntos y verá contrastes complementarios cromáticos).
Baudelaire escribió:
Que el verdadero pintor será aquel que sepa arrancar a la vida actual su lado épico y hacernos ver y entender, con el color y el dibujo, que grandes y poéticos somos con nuestras corbatas y zapatos de charol o quizá sea además parafraseando a Renoir que en realidad no hablas de pinturas te ves en ellas.

La impresión de un sol es parte de la historia del arte que no concluye con ellos pero éstos son imprescindibles en ella.







Viñeta de Cham. (1877).
Señora, para su retrato le faltan algunos tonos.
¿No podría pasar unos días en el fondo de un río?.





Algunas caricaturas de Georges Randon donde se burlaba de la pintura de Manet.







Hiroshige II, el puente de Kintaikyo en Iwakuni,en Suo, hacia 1895. Obras como esta inspiraron a los impresionistas.




El artista eligió un punto de vista bajo para retratar a su mujer Camille y su hijo Jean dándole a las dos figuras una solemne y estatuaria imponencia en la que el viento levanta la falda y hace agitarse la hierba.
El acantilado de Claude Monet. ( 1873 ).