Ars longa, vita brevis

domingo, 3 de julio de 2011

A efectos de Pigmalión

“Trata a un ser humano como es, y seguirá siendo como es. Trátalo como puede llegar a ser, y se convertirá en lo que puede llegar a ser.” Blaise Pascal.


Cuenta Ovidio en las Metamorfosis poéticas la historia un hombre, rey de Chipre llamado Pigmalión era a su vez sacerdote y un escultor extraordinario.
Con esta última faceta suya es donde da comienzo la leyenda de este artista sacerdote y rey que en vano había buscado una esposa que alcanzara su nivel de perfección, porque Pigmalión estaba enamorado de la diosa Afrodita y quería modelar en marfil el ideal de su amor poniéndole tal empeño, inspiración y sentimiento como si sus manos guiadas estuvieran por un mágico poder. Consiguió escupirla y enamorándose perdidamente de su propia obra le dio el nombre de Galatea.
Descansó de su trabajo y dormido soñó con la estatua que al tocar a su tacto se tornaba cálida y sus venas parecían palpitar.
Entre el pasmo y alegría volvía explorarla una y otra vez para cerciorarse del aliento de la vida de Galatea.
Pigmalión se despertó y en lugar de la estatua estaba la diosa Afrodita que le dijo:
«Mereces la felicidad, una felicidad que tú mismo has plasmado. Aquí tienes a la reina que has buscado. Ámala y defiéndela del mal».
Este es el mito de Pigmalión el rendido artista enamorado de su propia creación y este mito tiene otras ramificaciones en otra leyenda sumeria la de Gilgamesh y su doble luminoso Enkidu, quien lo soñó como Hacha de Doble Filo a los pies del Árbol de la Vida.
Otro significado del mito de Pigmalión según las antiguas tradiciones nos la traslada el filósofo Platón. Afirmando que el hombre puede y debe volver a convertirse en el Dios que es.
Los dioses han trazado un camino el de la iniciación que despierta y une al hombre a sus luminosas esencias como así practican los monjes budistas de la escuela kargyupa, encerrándose en cuevas algunas veces durante varios años, trazan y esculpen en su imaginación representaciones de los dioses diversas para luego deshacerlas cuando han conseguido que adquieran un mayor realismo y vida para amarlas entonces en el polvo disuelto en la luz y respirar su aire.

Ocurre con los mitos que tienen el poder de la metamorfosis en el tiempo y volvemos a encontrarlo más tarde de otra mano irlandesa la George Bernard Shaw.
En esta ocasión toma sentido en obra cómica el Pigmalión (1913), una comedia divertida e ingeniosa en la que la fonética es el nudo argumental donde tratar el amor y la crítica social de los que no tienen voz en la explotación de un ser humano por parte de otro. La obra fue un éxito fulminante tanto que más tarde ya fue llevada al cine en dos ocasiones. La primera en 1938 por los directores, (uno de ellos además la protagonizó) Leslie Howard, Anthony Asquith titulada: Pygmalion, Pigmalion.
Y la otra en 1964 en el delicioso y ya consagrado musical My Fair Lady dirigido por George Cukor e interpretado entre otros pues el elenco actoral fue magnífico por Audrey Hepburn, Rex Harrison.
Volvemos a encontrarnos con el mito esta vez en el famoso cuento infantil de Pinocho escrito por Carlo Collodi donde Geppetto el carpintero desea un hijo y fabricando una marioneta ésta cobra vida.
Pero el mito evolucionó a un efecto, el efecto Pigmalión y este efecto estudiado por la psicología es bipolar siendo estudiado por los profesores Rosenthal y Jacobson.
El efecto pigmalión positivo y el negativo.
El negativo es aquel que causa que la autoestima de las personas disminuya e incluso desaparezca. Este aspecto negativo del mito y efecto es llevado también a la literatura y al cine como El monstruo de Frankenstein escrita por Mary Shelley en la época victoriana y filmada en 1931 por James Whale e interpretada por el también mítico Boris Karloff aunque ya el expresionismo alemán mitificó a El golem (1920) de Paul Wergener como una de las más grandes obras del cine de terror donde un rabino dota de vida a escultura de barro que se convierte en un monstruo que asola con el pánico y es vencido por la inocencia. Existiendo después diversas versiones como El espíritu de la colmena de Víctor Erice película española de 1989, El coleccionista de Willy Wilder, Blade Runner de Ridley Scott, El pequeño salvaje de François Truffaut y la lista se alargaría aún más.


El efecto pigmalión positivo provoca todo lo contrario una realización en la que la autoestima de los individuos es potenciada por todo un entorno social favorable desde los padres, profesores, en el trabajo, en la pareja este efecto puede actuar tanto negativa como positivamente reafirmándolo y confirmándolo.
Interviene incluso en la economía, si mucha gente está convencida de que la economía con la trasmutación de crisis se hunde indudablemente se hundirá como una profecía autocumplida.
Supone alas o frenos bien o mal intencionados que condiciona nuestras expectativas influyéndonos. Sentirse valorado y estimado es la mejor de las motivaciones en cualquier ámbito.
En cada uno de los individuos pueden revertir ese efecto a si mismo siendo su propio pigmalión sin barreras que determinen lo que podemos o no podemos hacer porque ni nosotros mismos lo conocemos y probablemente no averiguaremos todo nuestro potencial. Repercutirá esa autoconfianza además hacia las personas que nos rodean ejerciéndola como un efecto impulsor y a la vez con una crítica responsable constructiva sin un atisbo demoledor donde porque no olvidarse de cumplir los vaticinios y las expectativas de las personas que nos rodean y rodeamos.
La frustración y el éxito son valores que depende del ojo ajeno, son valores medidos por alcanzar fama, dinero, reconocimiento social permanente por lo que hay que luchar manteniéndola en una meta cada vez más inalcanzable aún a pesar y con la pérdida de nuestra salud, de nuestra felicidad, de nuestra libertad interior y convicciones.
Dios creo al hombre modelándolo con un trozo de barro, Dios hizo las veces de Pigmalión pero somos nosotros los que creamos monstruos u hombres que se asemejan a los dioses.



Fotograma de la película: El espíritu de la colmena