Ars longa, vita brevis

domingo, 28 de agosto de 2011

La importancia de llamarse Wilde



 Final del Capítulo XX del Retrato de Dorian Grey por Oscar Wilde.
Transcurrido un cuarto de hora aproximadamente, el ayuda de cámara tomó consigo al cochero y a uno de los lacayos y subió en silencio las escaleras. 
Los golpes en la puerta no obtuvieron contestación. 
Y todo siguió en silencio cuando llamaron a su amo de viva voz. 
Finalmente, después de tratar en vano de forzar la puerta, salieron al tejado y descendieron hasta el balcón.
Una vez allí entraron sin dificultad: los pestillos eran muy antiguos.
En el interior encontraron, colgado de la pared, un espléndido retrato de su señor tal como lo habían visto por última vez, en todo el esplendor de su juventud y singular belleza. 
En el suelo, vestido de etiqueta, y con un cuchillo clavado 
en el corazón, hallaron el cadáver de un hombre mayor, 
muy consumido, lleno de arrugas y con un rostro repugnante. 
Sólo lo reconocieron cuando examinaron las sortijas que llevaba en los dedos.

Ivan Le Lorraine Albrigtht fue un pintor que durante la Primera Guerra Mundial trabajó en Francia como dibujante médico, más tarde desarrolló un estilo con una morbosa obsesión por la muerte y la podredumbre sugiriendo la percepción en la impresión nostálgica y patética de una belleza que se marchita.
En 1945 pintó este cuadro para la película de Albert Lewin: 
El retrato de Dorian Grey. Su hermano gemelo Malvin Marr Albright fue quien realizó el retrato del joven e inquietantemente apuesto Dorian para la misma película.

La película fue filmada en blanco negro a excepción del retrato de Albrigth en la última secuencia del final.









Son recurrentes en el film de Lewin las alusiones a poemas del Ruibayat de Omar Khayyam. Levin sólo realizó 6 películas a lo largo de su carrera, películas refinadas y exquisitas, extrañas, arriesgadas y líricas.
 Lewin fue un cineasta literario y pictórico con la necesidad de un retorno a los antiguos mitos, de hecho Dorian manifiesta su deseo de eternidad juvenil delante de la diosa egipcia Bastet al contemplar su fabuloso retrato, un pequeño ídolo dorado que además aparece en el cuadro.
Ese deseo imperecedero de preservar la juventud y la belleza continua impreso en la cultura humana actual, se acrecienta convertido en un negocio que mueve miles de millones concentrados en clínicas estéticas en cremas regeneradoras.
La celebritys y las que no lo son, no dudan en utilizar desde oro, caviar, veneno de serpientes, excrementos de pájaros, sanguijuelas, placentas animales o humanas...  tibia deja la leche de burra u onagra de Popea.

En el 2009 Oliver Parker dirigió un remake de la obra de Wilde.








Wilde diseccionó críticamente una sociedad victoriana mediante una personaje hedonista y narcisista que le rendía culto a la eterna juventud siendo pervertido por un cínico, decante, un esteta divertido y aristócrata. Retomó en su obra el Narciso de Ovidio y el Fausto de Goethe. Fue su única novela, cuando se editó por primera vez la crítica la calificó de nauseabunda, pestilente.
El dandy y diletante irlandés Oscar Wilde despertaba todo tipo de pasiones y aversiones, sus poses neo renacentistas eran pasto sardónico de los dibujantes del Punch o resultando aclamado por los mineros o abucheado por la clase social alta en su viaje a Estados Unidos.
Wilde acusó de difamación al marqués de Queensberry (inventor de las reglas del boxeo) por una nota que le dejó en el club del escritor. Una nota acusándole de sodomía, lo cual se consideraba delito en la Inglaterra Victoriana. Wilde hubiera echado borrón y tinta nueva sobre el asunto pero el hijo del marqués Alfred Douglas (Bosie) amante de Oscar exhortó a Wilde a que le interpusiera un pleito a su padre por difamación.


Oscar Wilde y Alfred Douglas
Con el resultado que el difamado fue acusado en varios juicios posteriores y su novela utilizada contra él leyéndose pasajes de los diálogos ambiguos de los personajes aunque Wilde intentó defenderse con inteligencia e ironía manifestando que no se puede juzgar a un hombre por lo que escribe, se quedó solo, le dejaron solo y fue condenado.
Los hijos de Wilde renunciaron y cambiaron su apellido después del juicio.
Tras cumplir la condena el escritor se autoexilió en Francia donde falleció al poco tiempo arruinado física y espiritualmente. La ley que llevó a Wilde a la cárcel fue derogada en 1967, una ley que fue promulgada por el rey Enrique VIII.



Su juicio con la acusación defendida por el abogado llamado Edward Carson fue el anticipo de otros llevado a cabo por los nazis y los comités literarios comunistas sobre lo que ellos llamaban “arte degenerado”.

Wilde consiguió derivar el enjuiciamiento sobre la literatura amoral cuyas consecuencias conocía por otro anterior y célebre caso.
Las acusaciones que años antes llevaron al banquillo a Gustave Flaubert por Madame Bovary o las que obligaron a Baudelaire excluir poemas de Las flores del mal.
Ya en el siglo XXI su nieto y biógrafo Merlin Holland recupera las actas del juicio con su obra: el Marqués y el sodomita, no admite ninguna duda en que la actualidad su abuelo ganaría el juicio.
(Yo no estoy tan segura... )

El interrogatorio estuvo salpicado, plagado de preguntas sórdidas, tales: ¿cómo si había besado alguna vez al criado de Bosie?
Wilde contestó : -"Oh, de ninguna manera, era un muchacho muy poco agraciado”-.
Estas respuestas respondidas con sarcasmo fueron aprovechadas por el hábil abogado, por supuesto todas no fueron así pues Wilde intentó con un canto de cisne rebelarse contra una sociedad castrada, un deseo de inmolarse con un fracaso a lo grande.
"Quien dice la verdad, tarde o temprano será descubierto", Carson le recordó su famoso aforismo. -"¿Cree que es un buen axioma educativo para los jóvenes?"-.
Wilde responde: -"Cualquier cosa que induzca a pensar a cualquier persona de cualquier edad, es buena para ella"-

Castigado, “apuñalado” por pensar y por escribir lo que pensaba, lo que imaginaba, lo que criticaba, por amar  por desear a personas de su mismo sexo y por alardear de ello, por sus habilidades, por su talento y excesos, por pintar el autorretrato de Oscar Wilde.