Ars longa, vita brevis

domingo, 22 de mayo de 2011

La soledad de Lope



Retrato de un hombre, es el título de esta obra del Greco, el retrato de un español de su tiempo, el retrato de un español intemporal.



Doménikos Theotokópoulos nos ofrece visiones de santos, apóstoles y Cristos en figuras que se elevan en un manierismo alargado y con el gozo lujurioso de un cromatismo de espiritualidad. 
Y esta conjunción gramatical esta i griega es más que adecuada para este pintor de origen cretense, y... además retrató al hombre de a pie en la tierra española del siglo XVI que le acogió en la ciudad de Toledo y le brindó además el sobrenombre por el que es conocido: el Greco (griego).
Tiene la ciudad de Toledo una puerta de bisagra que nos da paso a una ciudad de callejuelas y atmósfera misteriosa, tenebrosa. Convivieron entre su empedrado tres culturas, tres religiones en armonía, más tarde dispersadas y rotas por la unidad de una España empeñada en convertirse en adalid de una fe única que martilleaba herejes con el vestido de la inquisición.
Este es el escenario que vivió el Greco y sus obras, sus retratos nos enseñan a mirar y no únicamente mirar el arte sino a mirar el mundo en general. Un artista no trata de asir cualquier fracción de la realidad porque le parezca bella y llevarla a una tela, escoge y crea la belleza o cualquier noción abstracta de una posible realidad. No pinta a una mujer con fondo verde con luz lateral y apoyada en un mueble u oculta porque es lo que hay o lo que ve incluso aunque quiera agradar las expectativas del cliente de su encargo.
No, la pintora o el pintor decide la realidad o la irrealidad y un sentido que puede familiarizarse o no con el entorno social y cultural en el que vive.
Este retrato del Greco responde al interés del retrato puro, sólo interesa el rostro sin más. El Greco retrata en una profunda visión psicológica la personalidad del modelo, no contamos con la referencia de si el retratado responde al parecido ya que es un hombre anónimo, un contemporáneo del Quijote.
Era un género el del retrato considerado poco importante, alejado del gran arte.
No cumple una función mágico-religiosa no es tampoco el retrato del poder. Fue en el renacimiento cuando el género del retrato quedó libre de justificarse así mismo de estas pretensiones y con esta libertad en la mentalidad del renacimiento en la razón y no en la religión que enfrenta al hombre con la naturaleza, una huida de la edad media, con una nueva potencia económica, la burguesía que está dispuesta a perpetuarse encargando un retrato.
¿Qué se propone el Greco, es un retrato encargado?
Lo segundo lo ignoramos y a la primera incógnita responde a la expresión del alma, el interior que se viste con la gola de la melancolía.
Una faz con un mentón pequeño y puntiagudo rematado por una barba, las medidas y desproporciones de su fisonomía nos hablan de un hombre imaginativo, sensible, quizás sarcástico, sujeto a control, un místico elegante.
Es un desconocido con una tristeza contenida al desencanto y la soledad de sus ojos como un personaje para Lope.

A mis soledades voy...
A mis soledades voy, de mis soledades vengo,
porque para andar conmigo me bastan mis pensamientos.
¡No sé qué tiene la aldea donde vivo y donde muero,
que con venir de mí mismo no puedo venir más lejos!
Ni estoy bien ni mal conmigo; mas dice mi entendimiento
que un hombre que todo es alma está cautivo en su cuerpo.
Entiendo lo que me basta, y solamente no entiendo
cómo se sufre a sí mismo un ignorante soberbio.
De cuantas cosas me cansan, fácilmente me defiendo;
pero no puedo guardarme de los peligros de un necio.
El dirá que yo lo soy, pero con falso argumento, que humildad y necedad no caben en un sujeto.
La diferencia conozco, porque en él y en mí contemplo, su locura en su arrogancia, mi humildad en su desprecio.
O sabe naturaleza más que supo en otro tiempo, o tantos que nacen sabios es porque lo dicen ellos.
Sólo sé que no sé nada, dixo un filósofo,
haciéndola cuenta con su humildad, adonde lo más es menos.
No me precio de entendido, de desdichado me precio, que los que no son dichosos, ¿cómo pueden ser discretos?
No puede durar el mundo, porque dicen, y lo creo,
que suena a vidrio quebrado y que ha de romperse presto.
Señales son del juicio ver que todos le perdemos,
unos por carta de más otros por cartas de menos.
Dijeron que antiguamente se fue la verdad al cielo; tal la pusieron los hombres que desde entonces no ha vuelto.
En dos edades vivimos los propios y los ajenos:la de plata los extraños y la de cobre los nuestros.
¿A quién no dará cuidado, si es español verdadero, ver los hombres a lo antiguo y el valor a lo moderno?
Dixo Dios que comería su pan el hombre primero con el sudor de su cara por quebrar su mandamiento, y algunos inobedientes a la vergüenza y al miedo, con las prendas de su honor han trocado los efectos.
Virtud y filosofía peregrina como ciegos; el uno se lleva al otro, llorando van y pidiendo.
Dos polos tiene la tierra, universal movimiento; la mejor vida el favor,la mejor sangre el dinero.
Oigo tañer las campanas, y no me espanto, aunque puedo,
que en lugar de tantas cruces haya tantos hombres muertos.
Mirando estoy los sepulcros cuyos mármoles eternos están diciendo sin lengua que no lo fueron sus dueños.
¡Oh, bien haya quien los hizo, porque solamente en ellos de los poderosos grandes se vengaron los pequeños!
Fea pintan a la envidia, yo confieso que la tengo de unos hombres que no saben quién vive pared en medio.
Sin libros y sin papeles, sin tratos, cuentas ni cuentos, cuando quieren escribir piden prestado el tintero.
Sin ser pobres ni ser ricos, tienen chimenea y huerto; no los despiertan cuidados, ni pretensiones, ni pleitos.
Ni murmuraron del grande, ni ofendieron al pequeño;
nunca, como yo, afirmaron parabién, ni pascua dieron.
Con esta envidia que digo y lo que paso en silencio
a mis soledades voy, de mis soledades vengo.
Lope de Vega

sábado, 14 de mayo de 2011

La fascinación del ciprés






Los cipreses creen en Dios escribió Jose María Guironella autor de la
polémica trilogía sobre la guerra civil y la segunda república española.

Ignoro si los cipreses creen en Dios lo que sí creen es la espiritualidad o en la verticalidad que apunta al cielo. Y por este apunte y por su follaje perennemente con verde de eternidad son una presencia constante en los cementerios meridionales de Europa pero su presencia fue plantada en los santuarios desde la antigüedad. Según el mito: Apolo, dios de la luz transformó a un adolescente en un ciprés con forma de llama, mientras que los dioses de los avernos se relacionaban a través de estos árboles. Vincent van Gogh ondulaba como llamas a los cipreses que ascendían.

Cipreses, una isla y muertos: La isla de los muertos es el título que le dio el marchante de arte Firtz Gurlitt en 1883 a la obra del suizo Arnold Böcklin. En realidad el pintor suizo hizo no una sino hasta cinco versiones del mismo lienzo

(una de ellas fue destruida), otra de ellas se encuentra actualmente en el museo Metropolitan de Nueva York, el artista nunca le dio este título y nunca explicó el significado de su obra.

Hay pecados cuya fascinación está más en el recuerdo que en la comisión de ellos. 



Oscar Wilde.


Recuerdos, pecados y fascinación, ésta última la fascinación ha sido el leimotiv que como una maraña o telaraña ha hecho sucumbir en ella a personajes remotamente dispares en el tiempo y en idiosincrasias. La fascinación, seducción u obsesión producida por la belleza o la fealdad y cuando realmente se siente fascinación o embrujamiento es por algo oscuro e indefinible.
Esta obra de Bröcklin ha despertado una oscura fascinación, centrémonos primero en su composición, se dice que Arnold pudo inspirarse en una arcana leyenda italiana según la cual el muerto podría colocarse él mismo en el ataúd. El personaje blanco que está en pie podría ser una sacerdote de la antigüedad o el mismísimo Caronte; el agua oscura como un espejismo surreal separadora a los vivos de los muertos en el río del olvido ( el Leteo) o la laguna Estigia en un suave deslizarse por el agua. En el cementerio inglés de Florencia que evoca este cuadro cercano a su estudio está enterrada su pequeña hija María.
¿ Insinúa Bröcklin una muerte dulce y una renovada existencia después de la muerte? Sin embargo esta atmósfera del cuadro, de la isla, tiene una belleza ominosa lejana e inaccesible y un aislamiento de los muertos lejos de las ciudades: ¿Aislados de la vida fabril de la revolución industrial como medida higiénica o un lugar idílico donde el reposo mortal tenga un escenario romántico...?
Arnold tenía 53 años cuando recibió el encargo de esta obra, en Alemania triunfaba la pintura histórica y en Francia avanzaba el impresionismo. Bröcklin no encajaba en ninguna con sus pinturas de centauros, sirenas y paisajes mitológicos. A pesar de ésto y de ser pobre su pintura empezaba a ser reconocida, por entonces vivía en Florencia y allí fue donde recibió el encargo de una amiga de su círculo: María Berna la condesa de Oriloa que deseaba “un cuadro para soñar”.
Puede resultar un tanto extravagante el encargo pero las mujeres de clase alta huían hacia el mundo de los sueños como un pecado, una fuga de la realidad muy gustosa aunque ellas en realidad no lo percibieran así y así lo refleja Theodor Fontane en su novela Effie Briest. Estas mujeres no podían desarrollar ningún oficio que fuera bien visto en la clase social en la que vivían, el riesgo era ser repudiadas. Por tanto huían a la fantasía y al país de los sueños, a la contemplación del arte donde siempre eran bienvenidas.
Simbólico, romántico influenciado por el art noveau y por otro pintor romántico Caspar David Friedrich, Arnold surtió influencias a Salvador Dalí, Max Ernst y Giorgio de Chirico.
Otto Weisert diseñó un tipo de letra a la que dio el nombre del artista suizo, que más tarde fue retomada por el movimiento hippy y su influjo se extendió hasta el ilustrador de los setenta Roger Dean.

El retorno a la fascinación o el fetichismo parece ser únicamente delirios románticos femeninos pero el cuadro de Bröklin estuvo colgado en la cancillería del Reich y delante de el existe una fotografía de Hitler y Molotov. Adolf Hitler frustrado y ramplón pintor consideraba al suizo uno de los más grandes artistas y adquirió o requisó para el gigantesco museo nacionalsocialista que deseaba fundar en Linz un total de once obras de Bröcklin.
Pero la popularidad en Alemania de los óleos del pintor simbolista ya había sido rubricada por poemas y obras o prólogos como las Gottifried Keller, Paul Heyse, Hugo von Hofmannsthal, Gehard Hauptmann. Cuando Herman Hesse se trasladó a Basilea para trabajar como aprendiz de librero en su maleta llevaba las obras de Nietzsche y una copia enmarcada de las isla de los muertos.
Freud, Lenin o Clemanceau tenían sendas reproducciones en sus despachos.
Sergei Rachmaninoff compuso un poema musical como un canto exultante de sirenas inspirado en la isla de los muertos así como Heinrich Schülz-Beuthen así como Robert Zelazny en su novela transporta a dos personajes mitológicos a la misma inspiración y título.
El arquitecto francés Tony Garnier recreó cerca de Lyon la isla de Böcklin.
Isle of dead de Boris Karloff menciona a Bröcklin en sus créditos e incluso la isla de King Kong dícese basada en ella y ecos del cuadro parecen reverberar en las películas: Furia de titanes de 1981 o Jezabel de Willy Wilder.
El mundo del cómic también la ha homenajeado en los números 11 y 12 de Martin Mistere o en L´ile des morts de Sorel y Mosdi y la lista se alarga aún más.



Arnold Böcklin jamás sospechó la repercusión del hechizo de sus cipreses isleños y visionarios ni el postrero epitafio en verso de uno de sus admiradores el profesor Víctor Widmann : ¡Sueños en su tienda de sombras y fuera el mundo sigue igual!






domingo, 1 de mayo de 2011

El desconsuelo del mármol


La muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que nos los roba muchas
veces y definitivamente. FRANÇOIS MAURIAC

Mármoles
Nadie podrá olvidarla voz velada del arqueólogo
en cuclillas buscando entre antiguas ruinas
las huellas de la angustia de los siglos hundidas en la arena
sólo prosperan las prostitutas petrificadas
que conservan a través de los siglos
un inagotable deseo de amor
la voz velada y lejana busca lo viviente en lo muerto
a la sombra de la voz la más deliciosa de las doncellas se desnuda
de sus heridas piadosamente
cae una noche rota piadosamente
sopla sobre los antiguos mármoles el gran viento de los acoplamientos 

en cada instante nacen y mueren de un modo infinito seres invisibles
que fecundan al tiempo la voz lejana llama al misterio derramado
entre los monumentos arqueológicos una tempestad de mordiscos
hace sangrar los mármoles sangre coagulada del tiempo inalcanzable sangre inalcanzable del vacío.
Aldo Pellegrini.

El desconsol de Josep Llimona.

El tiempo hace las veces de cincel así como la intemperie y el viento, el agua, el calor o el frío cincelan además de otro intangible cómo la pátina de nuestra mirada, nuestro tacto y nuestro recuerdo.

El mármol es uno de la materiales utilizados por antonomasia en la estatuaria así como el alabastro, dos rocas o piedras que el artista elige en función de que lo que desea representar.
El alabastro de naturaleza más blanda y quebradiza hace posible que el golpe del cincel penetre sin trabajo pero esta facilidad se lamentará de esta apariencia pues se desportilla y araña aún así su cincelado aporta menos esfuerzo y su coste es más económico.
Es una roca la alabastrina traslúcida que nos muestra su interior en vetas de tonos cálidos lo cual transfiere y aproxima la estatua a la vida, mientras que el mármol nos traslada al mundo de lo ideal. Ambos materiales pueden ser confundidos a causa del acabado amarillento realizado ex profeso que puede aportarse al mármol.
Canteras de mármol con un calidad máxima son las del travertino o Macael el más albo; con el puede esculpirse casi todo y por esta razón el artista escultor suele elegir con cuidado este material y el bloque ya que cualquier imperfección o grieta puede afectar el resultado siendo imposible disimularla, es sometido el preciosismo, el virtuosismo a examen de la pericia del escultor.
Obtendrá la caliza sin embargo tersura o morbidez en esta piel de roca marmórea que cerrando sus poros jugará entre la luz y la sombra hurtándonos su cara a que descubramos los matices de su desconsolada superficie de bulto redondo.