Ars longa, vita brevis

sábado, 10 de octubre de 2020

Asunto: Apuntes de París


Querido amigo 


En alguno de tus últimos correos me comentabas tu preocupación, desconsuelo e incertidumbre ante el panorama que hemos vivido, vivimos y viviremos en medio de esta pandemia. 


Tus reflexiones y emociones son las mías, además cuando desconocemos cual será su evolución ahora que el otoño y sus fríos aguardan para salirnos al encuentro.


Me preguntabas si habíamos aprendido algo con todo lo que ha pasado desde que ha aparecido el coronavirus. 


Mi impresión es que quizá sí a un nivel individual, a nivel colectivo, me temo que no.


Por cierto he encontrado esta obra por casualidad que te comparto;)




¿La conoces? 

Es  un autorretrato que Edvard Munch se hizo todavía convaleciente, después de pasar la gripe española de 1918.


¿No te parece que hay en ese gesto de espanto en la boca, un paralelismo con su otra obra: El grito?


Volviendo a la pandemia y como afecta a tu vida diariamente, hemos renunciado a viajar a ninguna parte por temor a que nos confinen lejos de casa. 


No lo tengo constatado, pero es posible que si quieres entrar a otro país(en el caso en que tengan fronteras abiertas con España) debas pasar una cuarentena antes. 


Lo cierto es que puedes infectarte en cualquier parte pero es distinto si ocurre y estás en casa.


¿Te he contado alguna vez que como más me apasiona viajar es en coche?

Por este medio fuimos a Paris... hace unos cuantos años, las carreteras de Francia, sobre todo las secundarias, fueron el verdadero pulso para conocer más de cerca aquel país.


Los paisajes, los cielos, sus colores y sus luces aunque fugaces fueron entrando por la retina a otro ritmo, dándote la posibilidad de pararte donde quieras para descubrirlos aún más.


Aún veo las alamedas atravesadas por brillos parpadeantes de sol movidos por la brisa incesante de aquel otoño. 

Topamos con algún campo de lavanda ya vacío que dejó colarse a su oloroso fantasma por la ventanilla abierta. 

Luego volvimos a la autopista y entramos al fin en un París gris al mediodía o tal vez fue al principio de la tarde.



Todo el mundo se enamora de París, sin embargo a mí no me atrapó tanto como esperaba.


Es una ciudad maravillosa, chic, con un gran charme, eso es indudable, con su estilo suntuoso de segundo imperio apuntalado de cúpulas doradas en torno al trazado de una estrella urbana.


Muestra el escenario perfecto para Vogue y la milla de oro, el que soñó e hizo realidad el barón Haussmann. 


Pero también Manu se deshizo de la mayor parte del París de la edad media, derribó su memoria, su historia y con ello parte de su alma.


Nos salió al encuentro ese París exquisito y romántico semejante a la foto del icónico beso de Robert Doisneau pero igual que ese beso posado, hay algo de puesta en escena lista siempre para extasiar con su liberada armonía simétrica.


A quien recordé al ver el arco de triunfo de Napoleón fue a Picasso y los nazis, por la anécdota de la visita de éstos a su taller. 


Ya sabes cual, aquella de cuando vieron el Guernica y uno de ellos le preguntó si lo había hecho él y Picasso respondió que no, que lo habían hecho ellos.


Tuvo que resultarles espeluznante a los franceses las hordas nazis entrando en París para ocuparla.

 

Lo que en absoluto no me defraudó fue la más literaria de las catedrales, Notre Dame. 


Leí el libro de Víctor Hugo muchos años antes de ese viaje, así que la había conocido antes en las palabras secretas y en la descrita luz que descomponían sus góticos vitrales y en el repiqueteo de las campanas que lanzaba su jorobado campanero.


Después tuve conocimiento que volvió a restaurarla, en el XIX por el interés y popularidad que se despertó debido a la novela, el controvertido arquitecto Viollet-le-Duc quien además añadió la aguja que se quemó y cayó en 2019 y las famosas gárgolas y quimeras.


Me enamoré de ellas, de su aterradora belleza grotesca, pensativa y amenazante sintiendo que son quienes protegen y custodian desde las alturas a su ciudad de luz.



Todavía no he olvidado el tremendo cansancio que produce conocer una ciudad como París (por cierto los parisinos me parecieron corteses pero distantes) sobre todo cuando evitamos totalmente el metro. 


Estuvimos en el Louvre un día entero y eso que escogimos lo que queríamos ver. Resultaría imposible conocer un museo de esas características en una jornada, no podríamos conseguirlo ni en un mes ni siquiera en un año.

El Louvre, una fortaleza colosal misteriosamente ominosa.


Si me preguntaran a que huele París, mi respuesta no sería 

Chanel nº 5:) sino a brioche y toda su deliciosa bollería.


Como recordar es volver a vivir, por eso quiero compartir más contigo.

¿Entramos Manu?





Resulta un contrasentido que estos artistas sean conocidos por el nombre de impresionistas que en su origen los definió despectivamente y que también ellos rechazaron siempre, siendo marginados por la crítica artística que les dio esa designación peyorativa y por una sociedad que veía en sus pinturas vulgaridad y retratos con la piel del color de un cadáver.



Quizá ellos no hubieran escogido ningún nombre para definirse, de hecho así fue.


Ahora todos están juntos en el Orsay, que hayan elegido una antigua estación ferroviaria y la adecuaran para ubicarlos en ella me da ganas de aplaudirles, ja ja. 

Sería imposible encontrar un lugar más adecuado que este edificio industrial y cristalino. 

Mi opinión es subjetiva, lo sé, pero en cuestión de arte que no lo es…


Actualmente los impresionistas son los artistas más populares del mundo, otra paradoja. ¿No crees?

Ahí viene el primero.



La chica del retrato me sedujo nada más echarle la vista encima.

Se percibe su gran personalidad e independencia a pesar de su delicada belleza. 


Después me enteré que la mujer desconocida del cuadro es Charlotte Dubourg, cuñada de quien la retrató, el pintor Henri Fantin-Latour.

La apagada gama de la composición está animada por algún toque de color distribuido lírica y sabiamente. 


Aunque Fantin nunca fue considerado un impresionista, sin embargo le señalan como un precursor de la modernidad y al movimiento artístico que más se acercó fue el simbolismo.

Los bodegones serían su enseña como los retratos de grupo, de hecho una de las pocas imágenes que existe de los poetas Paul Verlaine y Arthur Rimbaud juntos, es el cuadro donde Fatin los retrató al lado de otros poetas contemporáneos.

 

Una estrofa de un verso de Rimbaud


Elle est retrouvée.

Quoi? — L’Éternité.

C’est la mer allée

Avec le soleil.


La encontraron.

¿Qué? — La Eternidad.

Es la mar que se fue

Con el sol.


¿Piensas Manu que el arte no sea otra cosa que tratar de equilibrar la inconstante balanza entre lo efímero y lo eterno?

Me atrevo a intuir que Fantin-Latour nunca estuvo demasiado preocupado por encontrar una nueva forma de pintar, si no que deseaba más bien mostrar aquello que íntimamente le emocionaba.


Continúo con esta pequeñísima galería de protagonistas femeninas, aunque tener delante los cuadros del Orsay por fin fue tan, tan intenso.


La reconoces, a que sí…




Te estoy escuchando decir su nombre, Berthe Morisot, la pintora, la musa y además cuñada de Manet. Como se percibe Manu, en este retrato de Berthe por Manet, la influencia clarísima de Velázquez.


El cuadro que te muestro un poco más abajo, con las pincelas sueltas y los tonos evanescentes que retrata a una dama, es obra suya.




Morisot igual que las otras pintoras impresionistas y a diferencia de sus colegas elegían los interiores o los jardines de sus casas y las personas de su familia para sus composiciones. 


La mujer estaba relegada al ámbito de su hogar incluso para pintar, pero Berthe Morisot fue una de las figuras claves al mismo nivel de sus otros colegas tan consagrados, otra cuestión es que actualmente se las reivindiquen de la misma manera.


Mira un Renoir, con uno de mis temas favoritos, las lectoras. 




Ah Renoir, dulce y porcelana, con esa alegría de vivir, de ser. 


Soberbio como iluminó ese contraluz de la muchacha, una luz por detrás para la silueta y la otra luz que aportan las hojas del libro sobre el rostro. 


La nieve cae sobre los tejados y ya es poesía. 





No recuerdo quién es el artista que lo pintó. Lo sabes tú, Manu?


Aquí tienes algo de Alfred Sisley, también nieva azules y violetas.






 
El terrible y sublime Vincent.




El otro paraíso de Gauguin.




Huele a la madera de Gustave Caillebotte.




El otro París que sólo tocó Toulouse-Lautrec.




Las múltiples luces y formas de las cosas, no hay tiempo, hay Cézanne.






Ahora debo salir d´Orsay, pero volveremos a entrar y tú tomarás la emoción, la palabra y atravesaremos los puentes magníficos de París.


Antes de despedirme, únicamente por un rato, quiero dejarte una última estampa del Sena.


Buena fortuna, porque a pesar de las precauciones es una cuestión de suerte evitar el virus. 

Que a tu casa llegue este abrazo amigo, cuídate, sé que cuidas a los tuyos.


      

      Paloma






Mi querida amiga

 
El virus con corona parece impregnar todo, se apodera de voluntades, de sueños.  

Impresiona ver despedazar ilusiones, años de trabajo, esfuerzo. 
La prioridad elemental y necesaria, es la salud de las personas, el virus golpea a muchos niveles, nos desarma, nos acorrala, nos hace preguntas, nos hace reflexionar, nos hace pensar en cómo seguir luchando el día a día. 

Eso querida amiga, o por eso, nos hace evolucionar en algunos aspectos, en otros, como muy bien apuntabas, nos hace terribles, nos muestra en el espejo nuestras miserias, nuestras locuras, nuestra incapacidad de darnos cuenta muchas veces que si trabajamos juntos, si no cooperamos, si no nos ayudamos, no podemos avanzar para mejorar. 

Seguimos alimentando absurdamente un ego, una mirada continuada a un ombligo que nos convierte en unos muñecos rotos, a nivel especialmente psicológico, y son ellos, los psicólogos, los que van a tener una labor brutal en los años venideros. 

Tengo miedo muchas veces Paloma, de la que se avecina, pero el ser humano se adapta y se ha adaptado en la historia a las circunstancias más adversas. 
Ojalá esa adaptación y superación nos hiciera verdaderamente más sensibles a todo cuanto nos rodea. Deseo que de todo ello aprendamos de verdad, pero como en tu caso, tengo serias y profundas dudas. 


Me encanta viajar, como en vuestro caso, este año hemos renunciado a ello, si bien hemos realizado escapadas a la naturaleza, a pueblos pequeños del interior, apenas hemos salido de la provincia. 
Sólo pernoctamos una noche fuera de casa en un pequeño hotel que nos dio seguridad e impresión de que estábamos con personas conscientes de la situación, por tanto nuestra estancia fue fugaz, pero con sensación de cierta seguridad. 
Además descubrimos un bosque maravilloso con aires de cuento de hadas y animales fantásticos, quedamos realmente impresionados por su belleza e historia.
 
Es cierto que existe un paralelismo, al menos es lo que percibo, entre la obra de Munch que me compartes, justo además en los años de la gripe española.
Quizás hoy alguien haya creado algo semejante ante un lienzo frente a lo que estamos viviendo.
 
Munch nos sitúa ante un escenario, con una contundencia psicológica brutal del ser humano, nos transmite estados anímicos.
La piel se convierte en ese estado del alma, en ese río de pinceladas emocionales que nos hace parar, observar, que nos atrapa y nos golpea para sensibilizar nuestros sentidos, intentando saltar nuestra piel y llegar a nuestro interior para encontrar preguntas, emociones y reacciones. 
 
Viajar podemos de muchas maneras, leer es un viaje, como también lo es contemplar una pintura.
Viajar físicamente para mí, es pasión, sigo siendo un niño con ganas de descubrir y dejarme impresionar.
El placer de viajar en coche, te da la garantía de llegar a espacios insospechados, que luego recuerdas con cariño, ahora mismo y aún recuerdo su magia, su belleza que aún perduran en mi memoria. 
 
Aunque la primera vez que viaje a París, fue en tren, en vagón-cama desde Barcelona, tenía 14 años, era la primera vez que salía de España. 
Fue un viaje inolvidable con mi abuela, donde sigue viviendo parte de mi familia, incluso mis padres lo hicieron, me concibieron allí. 
La influencia que ejerce la ciudad en mí es algo que me supera, pese a ser consciente de sus errores, de su fealdad en algunos casos, de sus torpezas, consigue atraparme. 
Recuerdo mi llegada y sobre todo recuerdo su cielo, este gris plomizo que me perseguirá siempre en mis posteriores visitas a la ciudad. 
Por cierto, cuando vi la pieza que me envías de esos cielos grises me he acordado, el artista ha sabido perfectamente reflejar en la obra.

La pieza es de Gustave Caillebotte, me alegra tener esos paralelismos contigo querida amiga.


Es cierto, estoy contigo, que la ciudad ha perdido parte de su esencia, han preferido vivir más del escaparate que de la historia, pero creo que las generaciones actuales se han dado cuenta de ello y han sabido rectificar, aunque han perdido parte de su historia en el camino. 
Por poner un ejemplo, en Italia han sabido mejor conjugar pasado y presente, no perder tanta identidad. 
 
No quiero competir entre naciones, ni culturas, es una observación, que creo que nos ayuda a darnos cuenta que es necesario saber lo que hacemos con los valores artísticos que el ser humano ha creado, somos historia y somos lo que dejamos de huella en esa historia que escribimos cuando creamos espacios para vivir en el planeta, para poder reaccionar ante errores o aciertos, aunque existen muchos puntos de vista en todo ello.
 
Recuerdo nuestra visita al Louvre, entonces no había pirámides de cristal ni galerías de souvenirs, agotador, creo que me quedé bastante impresionado con la Victoria alada de Samotracia. 
Recuerdo también el museo de L'Orangerie, Monet y su paraíso.

           
París huele a bollería, a chocolate y dulce reencuentro. 

Un placer entrar contigo en este Museo d'Orsay, recorrer las estancias con los ojos saltones, con el corazón en un puño, ante piezas que han formado parte de ti, de tu mirada, de tu emoción.
Creo que el espacio en sí ya impresiona, cuando vas descubriendo te emocionas aún más, el retrato de Fantin es realmente impactante. Es indiscutible que puedo sentir el carácter de Charlotte, sin pretender ser el centro de las miradas, creo que ahí radica, a mi parecer, el placer del arte, ya lo has mencionado en tus palabras, el arte de captar el instante, entre lo efímero y la eternidad, incluso muchas veces Paloma sin voluntad de convertirse en huella de un futuro. 
        
 Hay un poeta japonés Wu Men Kuan que dice:
 "Un instante es la eternidad".

Creo que no hay dudas de la influencia de Velázquez en esa pieza de Morisot, la primera mujer que participó en un Salón de pintura y escultura en 1864, lamentablemente era así , querida amiga, muchas aprendieron porque sus padres o hermanos eran pintores. 
Otras porque necesitaban expresar sus emociones y lo tuvieron que hacer en los círculos más íntimos de la sociedad en la que vivían, en muchos casos relegadas a la vivienda familiar o como mucho al ámbito familiar. 
Pero a pesar de avanzar, hoy en día sigue sin hacerse la suficiente justicia en museos y pinacotecas del mundo a las muchas y maravillosas mujeres que han logrado, pese a la adversidad que las rodeaba, crear magníficas pinturas y arte durante sus vidas.

Coincidimos en la lectora de Renoir y la viveza de colores, la luz mediante el color, la aplicación que dotaría a los pintores de una herramienta que convertiría sus obras en sorpresa y rechazo en algunos casos de la sociedad de su época.
Pienso, amiga, que lo de las etiquetas como lo hacían para los propios artistas que sufrieron el rechazo o la admiración de sus contemporáneos, no lograron detener su creatividad, fueron osados, para ofrecer una forma diferente de observar y ofrecer, una nueva mirada, y en un instante el color vibrante, sin miedos, empezó a inundar la vida.
 
Hay un aire casi melancólico y que atrapa en la obra de Sisley, me gusta la paleta de violetas, de hecho suelo utilizarla mucho en mis pinturas. 

Sin ser un auténtico fanático de Van Gogh, suelo quedarme suspendido en el tiempo ante sus pinturas, hay una fuerza que logra retenerme e intento entrar en su mundo, en su mente, en su vida, el arte sigue siendo siempre muy subjetivo, bien es cierto, es arte, nosotros sólo lo podemos disfrutar, amar, odiar, el arte se muestra, es parte de la sensibilidad humana, es la vibración en algo tangible que el alma humana intenta expresar.
 
Me seduce Gauguin, especialmente la serenidad, la paz, el color y la vida que encuentra en ciertos paraísos, la vida se detiene y escuchas el canto de un pájaro, el alma del bosque, la canción de añoranza de una libertad buscada, de una libertad que es en uno, en la capacidad de ser y descubrir nuestras capacidades.


 
Y de nuevo Gustave, una obra que me cautivó desde el inicio de mi observación, la composición no es caprichosa, ni la luz, recuerdo siempre la pintura, otro instante que será eterno gracias a la mirada de otro ser humano que logra detener el tiempo, por un momento, ante vidas ajenas.
 
Toulouse-Lautrec, nos evidenció una realidad, la vida posee muchos matices, una sociedad también plagada de vicios, de disfrutes, de soledades, de miserias, de voluntades rotas, de hombres y mujeres que querían vivir a su manera, exprimir vida, destruirla o saborearla a pleno placer. 
La simplicidad del trazo que delimita cuerpos, nos obliga a recrear y nos invita a crear.
 
Cézanne, quizás sin intención de nada, fue precursor de mucho, muchos mirarán su obra para inspiración, como lo hicieron y lo harán siempre los artistas, siempre hay algo que de repente te lanza o te motiva en su arte. 
A mí es un pintor en el que he descubierto matices que han logrado cautivarme, enriquecerme, motivarme.
 
Te dejo con el manantial de Ingres, en una pintura que logra mi atención.

                                  
                                    
                       


                


 
Cézanne de nuevo, el instante, el color, el intimismo sólo roto por nuestra miradas.




                                                 
Degas, fuera de sus bailarinas, ante la evidencia de una sociedad y un estado anímico.

                               

 
Mary Cassatt,  la luz y el color, de nuevo impregnando la retina.
               
                                             

 

Bourguereau, la evidencia de nuestro destino, la delicadeza en la pintura.








Una Olimpia, la de Manet.







                                             










Captar el instante, Monet y una urraca, la nieve y un silencio.




Un sueño, poder pasear por el maravilloso museo con tu mirada, con tu complicidad, con tu pasión, con la mía, el arte, la vida, el color, la luz.
 
Gracias amiga y sigamos disfrutando del encuentro.
 
Un abrazo con matices violetas.

     Manu



Nota al margen: En este enlace puede verse la página oficial del Museo d´Orsay donde disfrutar de forma más exhaustiva tanto de la historia del edificio como de la colección pictórica y escultórica que abarca no solo el impresionismo sino los movimientos artísticos precursores a éste, además de exposiciones eventuales que albergue cada año el museo. 





domingo, 29 de marzo de 2020

El bosque de Oma

Esta tarde, debido a estas insólitas y aterradoras situaciones que estamos viviendo por la pandemia originada por el coronavirus que ha dejado un balance hasta el día de hoy de seis mil muertos solamente en España, siento por la necesidad de escribir sobre paisajes, aire puro y arte.

Mi necesidad además viene dada por el confinamiento que sufrimos en nuestros domicilios que nos han pedido como una exigencia prioritaria para intentar atajar una epidemia global que nos ha sobresaltado y sobrecogido.

Aire puro, libertad de movimientos, libre albedrío, todo ésto parece tan lejano adaptados a esta nueva situación en que la reclusión entre las cuatro paredes de nuestra casa se ha hecho vital en la lucha contra un enemigo que es al mismo tiempo microscópico y colosal, invisible y evidente.
Por ello la obra elegida para ilustrar esa necesidad de respirar hondo en plena naturaleza me retrotrae a este final de verano cuando viajé al bosque de Oma en Euskadi.

Es septiembre de 2019 llegando a la entrada del bosque que estaba cerrado.
En un restaurante muy bonito porque su construcción es la de un típico caserío vasco, que se encuentra enfrente de la entrada separado del bosque por una carretera, su personal por cierto muy amables nos informó que aunque estuviese cerrado podíamos entrar sin problemas.
Así lo hicimos tras tomar un pincho y un par de cafés y preguntar cuánto tiempo tardaríamos en recorrerlo. La respuesta fue que serían unas tres horas más o menos dependiendo de lo rápido que camináramos, el recorrido tenía alguna dificultad leve pero nada relevante.

Entramos en aquella soleada mañana de septiembre con afán descubrimiento, el terreno eran  senderos ligeramente en ascenso, los pinos ocupaban todas las partes del bosque.
Era un paseo agradable y las más de las veces solitario porque aunque te encontraras con personas algunas extranjeras, que al igual que nosotros venían a conocer el bosque, bien nos adelantaban o quedaban atrás.
Después de una hora y media  más o menos llegamos al enclave que es el centro del bosque donde los árboles ofrecen sus pinturas ejecutadas por el artista vasco del land art, Agustín Ibarrola.

Fue verlas y emocionarme, los colores esquemáticos y puros, rojo, amarillo, azul, verde, blanco y negro conferían a los árboles un aspecto totémico, mágico religioso como si de pronto un artista primitivo hubiera asaltado este bosque y los árboles como vehículos donde proyectar sus emociones e intelecto.
Las imágenes en ellos en ocasiones geométricas, en otras figurativas que tomaban dos árboles para completarse, como en el caso de esta primera fotografía de esta boca y otras en que es esencial la posición en la que se debe colocar para verla juntarse y que esta señalada con una flecha en el suelo.



El resto de los árboles como mudos centinelas y custodios de un tatuaje pictórico sobre sus cortezas que son descubiertos poco a poco subiendo y bajando, colocándote aquí o acullá.
Adjunto más fotos porque sus imágenes hablan por si mismas con una elocuencia difícil de superar.










Estas imágenes tan sólo son una pequeña muestra,  hay muchas más que fue delicioso ir descubriéndolas. 
Después de degustar el bosque, porque el arte al menos para mí es una experiencia que debe de masticarse con el corazón y la cabeza,  con el mapa en la mano y junto a otros enamorados de los árboles (un eufemismo que utilizo para desterrar el de turista) que en ese momento estaban como nosotros disfrutando de las pinturas, comenzamos a dilucidar como salir, lo cual no parecía tan sencillo a simple vista hasta al final llegamos a la misma conclusión para encontrar la salida de ese peculiar laberinto.

Salimos del centro y comenzó la bajada a veces seguidos otras adelantados por una de las parejas acompañadas por sus hijos, dos niñas y un niño con las que encontramos la salida.
La bajada tuvo más dificultades que la subida y duró aproximadamente otra hora. El padre de los niños llevaba un silla a la espalda para subir al niño que tendría unos dos años cuando se cansaba de caminar. 
El niño llamado Asier tan pronto subía como bajaba de su privilegiado asiento.  
Felicito a estos chiquillos por tener a unos padres que les llevan a un sitio como el bosque de Oma.

Al final alcanzamos la salida del bosque también cerrada y llegamos al pueblo de Oma con algunos caseríos que admiramos desde fuera, algunos de ellos tienen más de doscientos años. 
Volvimos hacia la entrada para ir en busca del coche y comer en el restaurante que mencione al principio. Hicimos ese camino junto a Asier, sus hermanas y sus padres, el sol castigaba nuestros cuerpos con un calor sofocante, tras otra hora al fin logramos nuestra meta.
Nos despedimos de esta familia y tras comer continuamos rumbo a otro destino.

Al volver a casa me enteré de la razón por la que el bosque de Oma permanecía cerrado. 
Los pinos están enfermos por lo que serán talados. 
Está previsto que las pinturas se hagan de nuevo en otro enclave supervisadas por la familia del artista Ibarrola de ochenta y nueve años.
Espero que así sea para que otros sean seducidos por su telúrico embrujo. 

Vuelvo ahora al año 2020 y al veintinueve de marzo con un deseo inmenso de que podamos superar esta trágica pandemia y cuando así sea que nos haga más sensibles, empáticos, solidarios y sabios.