Ars longa, vita brevis

domingo, 4 de diciembre de 2011

La wisteria de cristal


 

Al principio nada distinguía la luz de las tinieblas, los conceptos antagónicos cómo caos o cosmos eran inexistentes la nada invadía el todo.
Mitología, filosofía, religión y ciencia han tratado de resolver las incógnitas sobre la formación de la cosmogonía, el universo.
El ser humano ha anhelado encontrar respuesta a este eterno tríptico de preguntas: ¿Quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos?
Estos interrogantes continúan sin encontrar repuestas satisfechas por la ciencia ya que los científicos prosiguen especulando e investigando sobre ellas.
La religión ha saciado y sacia para una ingente cantidad de personas la configuración de la arquitectura del universo, aunque religión y ciencia disputan constantemente esa formación primigenia.
La ciencia no rechaza la existencia de una inteligencia o ente superior de hecho la mayoría de los astrónomos y científicos continúan ratificándola al investigar y descubrir la complejidad de la vida y el universo.
La religión (sobre todo las cristianas) por el contrario ha tratado de impedir con todos los medios a su alcance, dejando caer su cólera y anatemas, presionando e incluso llevando al martirio a todo aquel que osara y aún hoy en día ose argumentar y experimentar mediante hechos constatables... y sin embargo se mueve.
Y algo se movió por primera vez, estalló el paradigma del bing bang, así que al principio fue el fuego o al menos eso propugnan los científicos y el fuego es luz y tinieblas.
Para ambas, antagónicas y complementarias la teología las ha identificado, personificándolas en un absoluto del bien y el mal.
Somos polvo de estrellas, somos hijos de las estrellas esta vinculación lírica nos une con el núcleo de los astros, nuestro ADN contiene los mismos elementos que los forman.
Somos por tanto ígneos y no hemos dejado de buscar ese fuego desde hace millones de años, queremos encender los milenios de las luces sobre nuestro pensamiento, sobre nuestra vida.
Comenzamos con lascas para encender el fuego, las antorchas, los pebeteros, las velas, las lámparas de gas, encendimos la luz eléctrica y por último las luces led siendo la apuesta para un mayor ahorro energético, una menor contaminación ambiental y lumínica ofreciendo el mismo flujo luminoso ya que no la dispersa si no que la concentra hacia el suelo.
En las zona abisales donde no penetran los rayos solares, las formas de vida son albinas, totalmente blancas e invidentes tendiendo en algunas ocasiones al gigantismo, resulta una paradoja ya que la luz aún siendo blanca está compuesta de todos los colores.
En medio de esta biografía de la luz y la oscuridad o la sombra ya que está nos protege de la luz devastadora hallamos los biógrafos de luz, los artistas.
Englobando a todo aquel o aquella que ha depositado su captura en libros, lienzos, esculturas, arquitecturas, música etc.

Louis Comfort Tiffany fue el hijo del legendario fundador de Tiffany & Company, la misma joyería en la que Audrey Hepburn con su encanto espontáneo y angélico dio vida al personaje protagonista de la novela Desayuno con diamantes, obra homónina de Truman Capote.










Louis diseñó gran cantidad de joyas aunque ha adquirido su renombre con otras orfebrerías como a él también las describía, sus famosas lámparas art nouveau. 
Siendo un enamorado de la naturaleza muchos de sus diseños orgánicos contienen motivos inspirados en el paisaje que rodeaba su casa de Long Island y allí fue retratado por Joaquín Sorolla (otro mago de la luz) en 1911 delante de su caballete, con la paleta en la mano y acompañado de su perro.










Louis poseía un talento poliédrico como las piedras preciosas, semipreciosas y vidrios que manejaba.
Para realizar sus bellísimas joyas, vitrales y lámparas iridiscentes recuperó antiguas técnicas.
La granulación, el uso de pequeñas gotas de oro decorativas utilizada en Egipto miles de años atrás.
Así como técnicas de esmaltado, taille basse, champlevé y plique-a-jour.
Plique-a-jour se compone de una fina capa de esmalte en celdas de alambre semejante a las vidrieras que recibe en otros el nombre de cloisonné.
El cloisonné es una antigua técnica que decoraba todo tipo de objetos incluyendo armaduras y que en China halló su mayor expansión aunque su aparición nos revierte otra vez al antiguo Egipto.
Esta técnica no se contentó con habitar en los diseños anteriores, la pintura retomó su inspiración en el cloisonismo término acuñado por el crítico Edouard Dujardin. Consistiendo en el encierro de la imagen en zonas de un único color, separadas por grandes contornos negros, prestando escasa atención a la perspectiva clásica y eliminando las sutiles gradaciones de los colores.
A día de hoy el cloisonismo se asocia indisolublemente a los cómics y los dibujos animados.
Algunos artistas experimentando lograron acercarse al cloisoismo pero sus máximos exponentes fueron dos: Emil Bernard y sobre todo Paul Gauguin.

Paul Gauguin el fiero y profético pesquisidor de la luz navegó muchas millas para hallarla en Tahití.
Buscaba la inocencia de la luz y la plasmó en su obra maestra: ¿De dónde venimos, quién somos, a dónde vamos?






Nota al margen: Gauguin al emprender esta obra titánica que ha sido calificada como  sintetista tenía la intención de abordar un testamento artístico, su doctrina filosófica y artística aunando en ella todas sus demás obras.
Bajo un formato horizontal el lienzo sigue una evolución cronológica inversa que comienza en el extremo izquierdo, la figura desoladora de una momia en posición fetal, tapa sus oídos  intentando mantenerse ajena al resto de la escena. Un bebé símbolo de la inocencia y la vida es cuidado por tres jóvenes tahitianas. En el centro la figura de un hombre coge un fruto que simboliza la tentación y la caída. Con esta estructura cronológica inversa Paul Gauguin señala lo primitivo, lo inocente como el único camino a seguir.