Ars longa, vita brevis

martes, 30 de enero de 2018

El espíritu del mar


Apagamos las manos. Dejamos encima del mar marchitarse la luna
y nos pusimos a andar por la tierra cumplida de sombra.
Ahora ya es tarde. Las albas vendrán a ofrecernos sus húmedas flores.
Ciegos iremos. Callados iremos, mirando algo nuestro que escapa
hacia su patria remota.
(Nuestro espíritu debe de ser, que cabalga
sobre las olas.)


Comienzo esta nota con estos versos de José Hierro como maestro de ceremonias. 

El salón donde recitarlos podría ser los jardines de Pereda en Santander. 
Aunque Hierro nación en Madrid con solo dos años y debido a un traslado familiar encontró patria en esta tierra del norte y en ella vivió largos periodos de su vida. 
Pero esta nota de un viaje breve pero intenso no trata solo del poeta Jose Hierro, sino de aquello que encontré en la costa de la ciudad de Santander. 
Los jardines de Pereda fueron lo primero, situados en el mismo centro de la ciudad delante de la bahía, frente a las montañas y las playas del Puntal y Somo.
Se construyeron en terrenos ganados al mar.  Inaugurados en 1905 ofrecen un pequeño pulmón verde con ejemplares de magnolias, acebos, palmeras, cedros, castaños de Indias, pinos, bojs, tejos, tilos, manzanos de flor.  
Deben su nombre al escritor cántabro José María de Pereda. 
En 2014 se inaugura la renovación de los jardines de Pereda para el proyecto del centro Botín.

Centro Botín
En junio del 2017 el centro Botín es una realidad tangible llamado a convertirse en un icono cultural de referencia, ya que la colección del banquero Botín (además fue quien financió el edificio) y otras futuras muestras artísticas hallarán cabida en este museo diseñado por el arquitecto italiano Renzo Piano que lo hizo material sobre el escollo, mirando al sur y volando de la bahía. Tuvo en cuenta la luz de Santander, una luz extraordinaria, mágica y difusa. 

Es octubre del 2017 y observo el edificio Botín, es un diseño moderno, transparente y ligero pero si quiere competir con el Guggenheim de Bilbao de Frank Gehry, en mi opinión no podrá hacerlo jamás ni en sueños. 
El Guggenheim es una escultura transitable, un diseño arquitectónico tan innovador, vanguardista y futurista que no define solo su propia presencia sino al siglo XXI y a este segundo milenio. 


Vista frontal del Centro Botín


El sol vino conmigo en el viaje e iluminó la bahía durante aquel día de octubre.
Entre por la puerta y saqué la entrada, además de las obras expuestas el Centro Botín ofrece unas espectaculares vistas. 

Otro de los laterales del Centro Botín, al fondo pude verse la cafetería.


Por ello dentro del museo instalaron esta cama redonda, que no sé si siempre o en alguna ocasión alquilan para pasar una noche. 
Lo que no averigüe es si esa noche estás vigilado por guardias jurados, supongo que sí. 
En fin esto de la cama de alquiler, me pareció un patochada cool.





Las obras coleccionadas por Botín a lo largo de los años son expuestas aquí.
Pinturas y esculturas algunas de ellas con las que interactuar.
Me encandila una exposición de grabados de Goya que ha venido en préstamo desde Madrid.
Salgo del Centro Botín y paseo por los largos jardines de Pereda, fotografío lo que me voy encontrando.

Interior de los jardines de Pereda







Escultura a José Hierro

Raqueros





Los Raqueros eran niños que deambulaban por el muelle de Santander  y que describió José María de Pereda en sus obras costumbristas. Buceaban desnudos en el mar en busca de las monedas que los curiosos les lanzaban. 
Algunas fotos más de la bahía de Santander.







El día siguiente amaneció soleado, pero en un segundo como suele pasar en el norte, el cielo cambió su faz transformándose en vertiginosas nubes grisáceas que descargaron su tormenta cristalina sin tregua desde temprano.
Como ocasionalmente parecía remitir, decididos salimos para conocer más del mapa marino, histórico y emocional de esta ciudad.
Pero subestimamos la borrasca, cada vez que intentábamos bajarnos del coche, como por ejemplo para visitar el palacio de la Magdalena, se dedicaba a descargar una diluvio tan copioso que literalmente te empapaba, dandole la vuelta al paraguas en cuestión de un segundo. 
Decidimos hacer el recorrido por las playas que aún no conocíamos, en el coche.  
La carretera nos fue llevando con el parabrisas trabajando como un poseso hasta perdernos y encontrarnos una sorpresa tan inesperada y emocionante que bendijimos la tormenta de gotas frías.
Ante nosotros estaba un faro y que además era un museo, en concreto es el Centro del Arte del Cabo Mayor.
Siempre he querido vivir en un faro. Siempre he sentido devoción por estas torres verticales y su luz de aviso a los navegantes para evitar los naufragios. 
Son símbolos, metáforas de vida, son estelas radiante que atraviesan las noches más oscuras y perdidas.
En ese instante cesó de llover, salimos del coche y entramos en el museo faro, la entrada es gratuita. 
En el interior del faro se puede visitar la colección del pintor cántabro Eduardo Sanz, integrada por sus pinturas propias y la de otros artistas, todas con el transfondo del mar y los faros.

El centro tiene tres salas expositivas, además de sus cuadros, se incluyen obras de su esposa y su hijo, Eduardo Úrculo y otros. 
Una de las salas expone ilustraciones, carteles, tarjetas y un sin fin de piezas, como sacapuntas, sellos, vitolas, monedas, dibujos infantiles, etc, etc. Todo ello relacionado con los faros.
Al ver las obras de Eduardo Sanz pienso que una frase de Samuel Becquet,  que define a la perfección  tanto a su obra como él mismo.
Incomprensible espíritu, a veces faro, a veces mar.