A menudo sueles hablarme de tu jardín y cuando lo haces siento envidia del tipo ese al que le dicen sana, aunque…
¿Alguna envidia es saludable?
No pienso disimular que la mía es totalmente insana😉 porque me gustaría tanto cuidar de un pequeño jardín, pero me temo que mi deseo se quedará en la cola de la lista de sueños imposibles.
En honor al tuyo hoy quiero llevarte a través de este correo a otro.
Tendríamos que ir para ello a dos kilómetros a las afueras Gijón en concreto al barrio de Somió.
Se unen en sinergia dos particularidades, la primera que es un museo monográfico del pintor gijonés Evaristo Valle, la segunda porque el museo se alberga en el palacete que forma parte de la finca La Redonda.
Esta finca, desde 1850, antes eran prados de casas de labriegos, se cierra con un muro que alcanza dos metros de mampostería de piedra dando espacio a un juego tan literario y ensoñador como el jardín secreto o tan pictórico y evocador como un hortus conclusum tras el que asoman árboles frondosos y altísimos ofreciendo otro contramuro vegetal que la protege.
El bosque interior de la finca cuenta con especies autóctonas de tilos, castaños, robles, avellanos y laureles, tejos.
Una insólita presencia para este clima cantábrico es la de una gigantesca tuya que al apretar su follaje huele a manzana junto a otras especies exóticas como un cedro del Líbano colosal con sus ciento cuarenta años, algún árbol de Japón, linos, coníferas, palmeras canarias, etc.
Las ardillas se divierten escondiéndose entre los cuatrocientos árboles y unos cientos de arbustos que forman parte de la finca.
Este oasis esmeralda expone además los caprichos de jardinero topiario sobrevolados por las gaviotas advirtiendo de la proximidad del mar.
Un vicecónsul inglés compró La Redonda en la fecha que antes te cité, diseñando con el fervor que los ingleses dedican a sus jardines su aire británico que en la parte oeste aún continúa intacta.
Más tarde tendría otros dos propietarios hasta que en 1913 José María Rodríguez la compró, su mujer María Rodríguez del Valle, sobrina de Evaristo, será quien recopiló las obras y objetos personales de su tío que hoy exhibe el museo siendo además ambos sus mecenas.
Cerca de la caseta de aperos otro bosque nos sorprende por su pequeñez y belleza, el de los bonsáis con un telón de bugambilias
A pesar de los bonitos que son Manu confieso que siento pena por estas miniaturas obligada a no crecer.
Existen dos entradas, la antigua con una verja de forja pero la principal que da acceso al jardín y al museo es una entrada con una reja de piezas angulosas cóncavas y convexas creada por el escultor y pintor gijonés Rubio Camín.
Esta fundación privada será declarada en 2017 bien de interés cultural con la categoría de monumento, expone a su vez ocasionalmente obras de otros artistas y esporádicamente repertorios de conciertos, existiendo además un departamento educativo con diversos talleres.
Conjuntamente con la obra y objetos personales de Valle se exhiben unas dos mil conchas que coleccionó su padre.
¿Entramos Manu?
Valle nació en Gijón en 1873, el origen de su familia era de alta burguesía venida a menos, siendo niño viaja con sus padres y hermanos a San Juan de Puerto Rico, a los once años se vuelven a Gijón debido a la muerte del padre que ejercía de magistrado, quien guardó toda su vida en su cartera un dibujo que su hijo hizo siendo muy niño.
Su padre tuve fe en su talento, supo descubrirlo e instigarlo fue su catalizador.
La vuelta a Gijón supuso abandonar la pintura volver a escuela y al instituto más tarde, a una casa de Banca luego a una refinería de petróleo después y por creer que así se acercaba más a la pintura deja todos sus anteriores trabajos por el de una litografía.
Por esas fechas emprende el primer viaje a París donde entrará en contacto con las vanguardias, el impresionismo, fauvismo y el simbolismo y a su vuelta lo compaginaría siendo copista del Museo del Prado.
Decide dejar la litografía para pintar, esta decisión le hará viajar a lo largo de los años a París, Londres, Cuba, aunque entre viaje y viaje, retorna a Gijón.
Una doble tragedia le sucede, por un lado la muerte de su madre que le desencadena una agorafobia la cual le interna en su propia casa y le mantiene durante años sin pintar, en cambio desarrolla otra faceta, la de escritor.
Autorretrato |
Al intentar describir sus influencias, la urdimbre que muestran sus obras se distingue el fundamento de Goya, el expresionismo, atreviéndome a distinguir la caricatura y crítica de Lautrec, es decir tradición y vanguardia le definen pero le muestran como un creador original desde su propia inspiración, enclavada en su atmósfera natal poblada de personajes costumbristas a los que satirizó envolviéndolos incluso en lo grotesco.
Las carnavaladas son sus obras más famosas, pero a menudo las preferencias del público o la crítica simplemente son caprichosas, creo que toda su obra merece una emocionada y lúcida valoración.
Como colorista alternó el lirismo de grises con tonos vivos y vibrantes haciéndolos cohabitar en perfecta armonía atmosférica, en las gentes, con gamas de una Asturias que Valle amaba.
El reconocimiento vino tras su muerte poco después de la guerra civil, aunque lo que sobrevino fue su descubrimiento.
Alguna más de sus obras.
Hacia mil novecientos ochenta y tantos su sobrina fallece donando a su muerte la finca y los cuadros e imagino que el dinero suficiente parta crear la fundación.
De esta forma logra conservar para el futuro, el palacete, el jardín y sobretodo las obras de su tío Evaristo Valle abriendo a quien quiera disfrutarlo este paraíso que brota mágico al otro lado de un muro.
¿Salimos y nos sentamos en uno de los bancos del jardín?
Te imagino contemplándolo ahora bajo otra cambiante luz y es cuando sin que lo adviertas te dejo a solas.
Página web del museo Evaristo Valle