Ars longa, vita brevis

viernes, 4 de febrero de 2011

El viejo par de botas




Si se piensa bien, hay muy pocos temas. Y estos se repiten constantemente de Venus a Cupido que se hacen la virgen y el niño, de la virgen y el niño se hacen madre e hijo; sin embargo es siempre el mismo tema. Tiene que ser maravilloso encontrar un tema nuevo.
Van Gogh por ejemplo. Una cosa tan poco corriente como sus patatas, !Haber pintado eso!-o sus viejas botas eso si que fue algo maravilloso! Picasso.

Sobre este viejo par de botas se abrió una polémica filosófica, la originó Martin Heidegger y le sirvió de inspiración para su tesis "el origen de la obra de arte" en los años 30 del pasado siglo.
Estimó que el calzado de Vicent eran las botas raídas e hinchadas por el trabajo de una campesina y que con ello quería expresar el esfuerzo de su trabajo.
30 años después el historiador del arte Meyer Sahapiro contradijo a Heidegger y a su juicio, pertenecían a un urbanita y que no eran otra cosa que un autrorretrato de Van Gogh.
Continuo el debate diez años después con el filósofo francés Jacques Derriba, sosteniendo que los zapatos no formaban un par sino que pertenecían a un juego distinto.

Paul Gauguin relataría que Vicent guardaba ese par de viejas botas en su estudio y cuando le preguntó que para que quería ese pingajo ( él consideraba a Vincent como un loco) ; le contó que era hijo de un pastor y que él mismo había estudiado teología y siendo muy joven sin decirle nada a nadie se marchó a Bélgica para predicar el evangelio a los trabajadores no como le habían enseñado, sino como él lo entendía,
Jesús amaba a los pobres y que esas botas soportaron muy bien el viaje.
Mientras predicaba a los mineros de Borinage, hubo una explosión de grisú, una de las víctimas tenía tal grado de quemaduras, cicatrices y mutilaciones que Vincent se dedicó a su cuidado en cuerpo y alma, como una amorosa madre hasta al punto que salvó su vida.
Las cicatrices del hombre que como un resucitado por sus desvelos, se le antojaron a Vincent las cicatrices de una corona de espinas y tuvo la visión de Cristo, de su corona, esa era la razón por la que no se había desprendido de las botas (como una reliquia) que llevaba puestas cuando tuvo la visión, Jesús mora en lo más profundo de nosotros, así lo sentía.
Gauguin concluyó el relato:
"Y Vincent tomó de nuevo el pincel y en silencio continuo trabajando junto a un lienzo en blanco, yo mismo tuve la visión de Jesús predicando amorosa y humildemente.

Suscitó, suscita porque razón Vincent pintaba sus viejas botas, una pequeña obra de 36 por 46 centímetros, un par de zapatos para caminar por el misterio de las noches en la que cuando sentía la necesidad de una religión salía a pintar las estrellas.